Al Iniciar este artículo siento la obligación de expresar que la solución a los problemas que vamos a abordar no se van a resolver teóricamente, sino en la práctica. Sin embargo entiendo que los elementos teóricos, junto a la reflexión colectiva, son imprescindibles para la organización y la movilización, indispensables para las transformaciones.
Entonces, la defensa de la educación pública estatal es una tarea primordial para las trabajadoras y trabajadores de la enseñanza. También para aquellos que se sienten convencidos de la necesidad que el conocimiento “como la luz del sol” efectivamente llegue a todas las niñas, niños y jóvenes de nuestra patria. Porque la defensa de la educación pública estatal es una tarea ineludible para garantizar la democracia y soberanía.
Esto es parte de los principios que a lo largo de la historia, y en el presente, se transforman en una bandera profundamente sostenida por la clase trabajadora y el pueblo. El Sistema Educativo ha sido factor imprescindible para el ejercicio de la democracia en el país. Debemos asumir que en Uruguay la relación entre democracia y educación pública ha sido siempre muy estrecha, es nuestra educación un indicador del estado de la democracia.
Defender la educación pública supone promover su profundización y desarrollo permanentes, fieles la rica historia pedagógica de nuestro país sostenemos la necesidad de una educación democrática y democratizadora. Con ejercicio de la democracia desde la elaboración de políticas hasta el ejercicio de las tareas de aula.
El aprendizaje de la democracia en la vida educativa cotidiana requiere que los actores directos de la educación participen en los distintos niveles de la construcción y aplicación de las políticas educativas. Defender la educación pública solo es posible si se garantiza la mayor participación posible, en especial de sus protagonistas principales: estudiantes, funcionarios, docentes, egresados y padres según los niveles del Sistema Público de la Educación.
Las maestras y maestros de nuestro país, fueron destituidos, presos, muertos y desaparecidos luchando siempre por mejorar la vida de nuestro pueblo, y entre esas luchas estaba que los docentes participen en el gobierno de la educación como lo establece la carta fundacional de la Federación Uruguaya de Magisterio hace más de 70 años, firmada entre otros compañeros y compañeras por Julio Castro.
Pertenecemos a un país que siempre ha defendido, y escribió en la Constitución de la República, después de páginas memorables de la sociedad uruguaya y de la juventud, principios fundamentales para el desarrollo de la educación como el de Autonomía en todos los niveles. Uruguay tiene una larga tradición de entes autónomos que regulan la educación formal obligatoria, independientes de las políticas que emergen del Poder Ejecutivo a través del Ministerio de Educación y Cultura. Esto nos ha dado garantía, hasta este momento, que existan políticas que trascienden los cambios de gobiernos. Hoy el sistema educativo está en riesgo de caer en un control político que conspira contra sus cometidos.
Con gran preocupación vemos en las primeras lecturas de este borrador de proyecto de ley de urgencia, un ataque decidido a la Autonomía de la ANEP y también de la Universidad de la República. Estamos en la puerta de la pérdida de este principio fundamental, estamos ante el peligro de perder derechos, y como decíamos antes, del peligro que corre la democracia y la soberanía en nuestro país. Queda evidenciado con total impunidad la imposición de los objetivos que vienen desde fuera del sistema educativo, ya que sus representantes y verdaderos protagonistas no ven garantizados sus derechos en la participación y elaboración de las líneas estratégicas de la educación pública estatal.
Las verdaderas razones que mueven el atropello de la Autonomía y participación, tienen que ver con el carácter ideológico de un modelo que niega la libertad. La falta de autonomía se asocia a la dominación y el control. Se corta el paso a la creatividad, a lo nuevo, en definitiva al aporte de estudiantes, familias, barrio, vecinos y los docentes organizados.
Hace más de 100 años, José Pedro Varela señalaba los peligros del control político en la educación: “Así pues, en todas partes hay ventajas y conveniencias positivas en hacer independientes de los otros ramos de la administración pública, la administración de la educación común, pero en la República Oriental, como en todo pueblo que en la misma situación política se encuentre, esa independencia es condición indispensable para tener éxito: sin ella la educación del pueblo seguirá el vaivén de las convulsiones políticas, y tendrá una existencia intermitente, débil y enfermiza.”
Estamos asistiendo a un intento desesperado que nos pretende hacer pensar la educación del país como una empresa. A través del lenguaje se imponen términos y conceptos: “ahora la educación se gestiona”. En estos momentos de idas y vueltas la “gobernanza” es a través de Direcciones Generales y así concebir a la educación con el planteamiento de los mercados y concebir al lucro como una virtud. Si bien, no se establece directamente privatizar los entes de la educación, resulta claro que la nueva estructura educativa que se propone el gobierno electo avanza hacia la generación de un sistema mixto estatal-privado compitiendo por los recursos públicos. El cambio en el rol del Ministerio de Educación y Cultura, las propuestas de incentivos en los sueldos, rendimiento y logros, facultar a directores de centros a elegir sus docentes, atacar la libertad de cátedra, son entre otros, elementos que deben leerse en la concepción de una propuesta privatizadora que pretende transferir los dineros públicos al sector privado.
En cualquier parte del mundo los sistemas educativos están creados para generar, ayudar, contribuir al desarrollo de los seres humanos. Por lo tanto cada vez que desde estos modelos que centran el poder en un Ministerio y en el poder de unos pocos, están haciendo un traslado de modelo que es ilegítimo para el proceso histórico de la educación en el Uruguay.
Cuando al decir de Reina Reyes “¿Para qué futuro educamos?”, podemos caer en el riesgo de pensar que el futuro nos ha de ser dado. El futuro está con los docentes, las familias y los estudiantes, porque el futuro se construye desde los colectivos que cobran conciencia y un cuerpo docente que sabe lo que quiere. El acto educativo tiene dos características centrales, el primero es que es un acto social y si no, no es. La segunda cuestión es que el acto educativo es una intervención intencionada, el que educa interviene con una intención. Pero si la maestra y el maestro no participa con una intención no está educando.
Lo que tenemos que ver en este nuevo período, ¿cuál es la intervención intencionada?Esta pregunta se debe contestar teniendo en cuenta, el perfil educativo del proyecto político.
El Maestro Hugo Rodríguez expresaba: “no existe ningún proyecto educativo que no esté asociado a un proyecto político e inversamente, no existe ningún proyecto político que no tenga un perfil educativo”.
¿Las y los maestros qué podemos hacer?
Tenemos muchísimo para hacer y decir. Nuevamente recordando a Hugo Rodríguez que nos traía el ejemplo bíblico de David y Goliat, nos expresaba: Un día David a pesar de ser chiquito, pudo con Goliat. Lo primero que hizo fue pensar que podía. Por eso en esto de enfrentarnos al nuevo modelo y a la estrategia neoliberal del capitalismo, nos vamos a enfrentar a un monstruo tan grande que siempre que le tiremos, le vamos a dar y eso sí que les duele.
En lo que no podemos sucumbir es en la queja. Esta es siempre paralizante, porque pongo fuera de mi lo que hay que hacer. Lo que sí hay que levantar es la protesta, porque la protesta si es movilizadora y nos obliga hacer un plan con el estudio de lo que está pasando. El magisterio debe levantarse porque tiene las reservas históricas y morales necesarias para que la sociedad uruguaya ejerza el derecho a la educación como lo establecen nuestros más preciados principios: una educación pública para todas y todos a lo largo de toda la vida.
Pensar en el futuro de la sociedad es un tema sumamente amplio que entra todo lo chico y lo grande. La emergencia en que nos vamos a internar requiere levantar algunas banderas: la protección de la infancia, garantizar el derecho a la educación que asumimos como acuerdos históricos nacionales e internacionales, promover la participación de las comunidades organizadas en las cuestiones educativas, garantizar la participación docente de todos los niveles y reducir a cero el autoritarismo en la educación.
La mejor escuela pública sigue siendo con miles. Por un pueblo lleno de escuelas y una escuela llena de pueblo.
“(...) hagamos el esfuerzo de inspirar nuestra labor presente en la imagen de un mundo más justo y feliz, regido por valores superiores, un mundo que advendrá por concreciones de nuestra imaginación, por la fuerza de nuestras convicciones y deseos y por la generosa creatividad que tiene nuestro pueblo. Es decir, no quiero padecer la tristeza de que me construyan el futuro. Quiero sentir que lo vamos construyendo entre todos. (...)” Miguel Soler