Dice el dicho: “cuando veas las barbas de tu vecino arder pon las tuyas en remojo”, la alusión al refranero popular no es casual ni ociosa.

Intenta servir como introducción a un artículo publicado por el diario The Washington Post, sobre la gestión “exitista” del gobierno chileno en tiempos de pandemia.

“La gestión del gobierno de Chile vinculada al proceso de vacunación contra el COVID-19, tanto las negociaciones con diferentes laboratorios a principios de la pandemia como la compra oportuna, dieron paso a una exitosa campaña de inoculación que llamó la atención internacional por la rapidez, eficacia y cobertura ejemplar” afirma el artículo de prensa.

Debería esperarse, señala el texto del Post, que “en un año de elecciones presidenciales y con un constante estado de crisis que ha marcado la actual administración”, este éxito en la “gestión pandémica” se constituya en “parte importante del legado que dejará el segundo mandato de Sebastián Piñera”.

Encumbrados en el éxito, el gobierno dejó de escuchar a los “expertos en salubridad” que en consonancia con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Colegio Médico (Colmed), advertían, tempranamente “que la inoculación no podía presentarse como un hecho aislado, pues el proceso debía ir acompañado de cuarentenas, de un plan coordinado y, sobre todo, de un claro mensaje a la población: las vacunas no sustituyen las medidas sanitarias para evitar la propagación de los contagios”.

En una dirección similar, la OMS había declarado que, con el proceso de vacunación, podría esperarse que “los casos bajaran”, pero que esta era solo “una de las herramientas para frenar los contagios y no podemos descansar solo en ella”.

La afirmación del organismo fue acompañada por el Colegio Médico (Colmed), “una asociación gremial que reúne a los médicos chilenos y que forma parte de la Mesa Social que asesora al gobierno”.

Colmed, explica el Post, “hizo el mismo llamado”, que la OMS, “durante el verano austral, incitando al gobierno a no bajar la guardia y mantener las restricciones sanitarias y de movilidad”.

“Ya en enero pasado, recuerda el medio de prensa, “el Colmed pedía suspender el permiso de vacaciones pues solo en la zona turística de Valparaíso se registraba una ocupación total de camas críticas”.

A pesar del aviso temprano de los expertos, sobre el impacto que tendría una segunda ola, el ministro de Salud, Enrique Paris, desoyó, una vez más, “las recomendaciones de los expertos” y para el 28 de marzo, “Valparaíso anunciaba el colapso total de su morgue y los cuerpos se acumulaban en los pasillos del hospital Van Buren”.

Pasado un mes, recuerda el medio de prensa, “el gobierno celebraba por adelantado los resultados de la vacunación instalando una narrativa de éxito”.

El problema de esta celebración, es que “entregaba un mensaje errado”.

“La vacuna se presentó como una solución inmediata, un avance milagroso que daba un respiro a una población cansada después de un año de confinamiento, aun cuando apenas se había vacunado a 16% de la población. Fue el impulso que hacía falta para dar rienda suelta a salidas, viajes al extranjero y dentro del país, compras y reuniones sociales”.

Encantado con su accionar e imbuidos de felicitaciones varias, “el gobierno se sumaba al entusiasmo sin revisar los protocolos y mucho menos asumir una cuota de autocrítica”.

La reacción, tardía, se produjo “cuando las cifras hablaron por sí mismas”, lo que llevó a que se decretara “una cuarentena total que deja a 97% de la población en un confinamiento estricto debido a la urgencia de la última semana”.

Este accionar del gobierno de Piñera, calificado como de “desconexión con la realidad”, está lejos de ser una “excepción”, forma parte de lo que se define como “la tónica de su discurso”.

Hay, se recalca, un aferramiento al autoengaño y en este ejercicio participan,” tanto el presidente como sus ministros”, quienes insisten en repetir “algunos mitos que intentan instalar como verdades”.

El medio de prensa, resalta algunos ejemplos de estos mitos del gobierno de Piñera como, por ejemplo, la afirmación del mandatario de que Chile era “un oasis de estabilidad en América Latina”.

Una afirmación repetida en nuestro país un día sí y dos también, por aquél fugaz y hoy desaparecido ex Canciller uruguayo.

Como si fuera poco, tiempo después, continúa su cronología el Post, el exministro de Salud Jaime Mañalich afirmaba que el sistema de salud chileno “es uno de los mejores y más eficientes del planeta”.

“Al desatino se sumó también el subsecretario de Redes Asistenciales, Luis Castillo, quien dijo que la gente iba temprano a los consultorios médicos a hacer vida social, en un país que cada invierno registra colapsos en el sistema de salud, obligando a los enfermos a llegar de madrugada para esperar un turno para ser atendidos”.

Se trata de “comentarios y frases que pasarán a la historia como una muestra palpable de las dos realidades que se viven en Chile: la de la élite y la de los ciudadanos comunes y corrientes”.

Para el gobierno chileno, continúa la nota del Post, “el estallido social parece estar lejos de convertirse en una lección aprendida y el gobierno insiste en dejar su impronta de vecino exitoso del barrio: el que quiere ganar todas, pero es incapaz de renunciar a algo”.

Es por ello que “le parece factible compatibilizar una gran campaña de vacunación, al mismo tiempo que pone como prioridad reactivar la economía”.

Sin embargo, la realidad de la que están desconectados, les impide ver que, “sin un plan de apoyo efectivo a las familias menos privilegiadas, los trabajadores han debido recurrir a sus ahorros para la jubilación, a sus seguros de desempleo o arriesgando su salud en transportes públicos saturados para atravesar la ciudad y no perder sus fuentes laborales”.

Dentro de dos semanas Chile tendría elecciones de alcaldes, gobernadores y constituyentes quienes tienen la tarea de redactar una nueva Constitución, pero, “el presidente anunció el 28 de marzo que se aplazarán los comicios hasta mediados de mayo”.

Una medida que, aunque “inminente”, sorprende, ya que lo que resalta es “la ausencia de un plan que acompañe esta decisión, tal como ha insistido la Mesa Social del COVID-19 y el Consejo Asesor”.

A pesar del promedio de contagios que supera “los 7,000 casos diarios durante la última semana (en una población total de un poco más de 18 millones y donde 33% ha recibido la vacuna), más que en el peor momento de la pandemia en junio de 2020; con hospitales colapsados y con más de 30,000 muertos por COVID-19, entre confirmados y probables (…) el gobierno sigue sin pronunciar nuevas medidas sobre el cierre de aeropuertos, de centros comerciales o de un apoyo económico que permita una cuarentena segura para toda la población”.

“El autoengaño”, destaca el medio de prensa “los ha llevado a congratularse entre pares, padeciendo de una sordera crónica ante las recomendaciones de asesores que ellos mismos han convocado, pero que luego ignoran”.

Serán, “estas cifras”, concluye el artículo del Post, el legado del gobierno, el de haber “mantenido al país en una permanente crisis política, social y ahora sanitaria, acumulando muertos por los que, más temprano que tarde, tendrá que rendir cuentas y aceptar su rotundo fracaso”.

Considerando, las innumerables veces que nuestros políticos ha señalado a Chile como un gobierno ejemplar, atendiendo a las diferencias y semejanzas, entre una y otra forma de “gestión de la pandemia” y recordando que, ambos mandatarios son de “estirpe” neoliberal, no se puede si no esbozar una sonrisa.

A fin de cuentas, lo que une a Piñera con Lacalle Pou en el mismo hilo, es esa actitud permanente de “autoengaño” y ese “amor por el exitismo”, que tanto aman las figuras de Play Boy.

Autor: Rolando Arbesún

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