“La ilustración del pueblo es la verdadera locomotora del progreso…”
Reivindicar tiene que ver con reclamar la historia del magisterio nacional y reivindicar el pensamiento pedagógico de Varela es, además, de reclamar nuestra historia pedagógica, una tarea fundamental y necesaria en la defensa de la Educación Pública.
En primer lugar, porque no hay dudas que Varela dejó huellas en la construcción de la identidad nacional, huellas que otorgan a nuestra escuela un lugar protagónico, a nuestro sistema educativo en su conjunto y a nuestra profesión docente. Huellas que se manifiestan en la indiscutible vigencia de los principios varelianos, aquellos que marcaron las acciones de este hombre y que al día de hoy la sociedad uruguaya en su conjunto continúa teniendo como bandera.
Reivindicar además la soberanía pedagógica, en este caso a través de la vigencia del pensamiento vareliano, implica reconocernos como sujetos portadores y constructores de saberes y de ideas, y al mismo tiempo como sujetos de acción y decisión, transformadores de la realidad.
Se trata de reivindicar entonces, aquello que las y los docentes siempre hemos defendido: los significados de la educación popular vareliana. Por eso es que entendemos indispensable conocer en profundidad su pensamiento, acercarlo a las nuevas generaciones y resignificarlo a la luz de los problemas actuales.
Aislar la educación de los problemas del país, debilitar el papel del Estado en materia educativa, tergiversar el concepto de laicidad, limitar la participación docente en la profundización y desarrollo del sistema educativo, son tendencias actuales y antagónicas al pensamiento vareliano de educación popular.
Las y los docentes hemos defendido históricamente la enorme riqueza de la educación uruguaya, una educación que estará siempre al servicio de la democracia y en beneficio de la humanidad. Varela dejó clara su preocupación por el pueblo y su educación, por la democracia y por la libertad en todos los planos. Es por eso que en estos tiempos de cambios releer a Varela se torna una tarea imprescindible.
Releerlo para comprenderlo, para polemizar con sus ideas, para resignificarlo, para profundizar algunas de sus ideas y de sus acciones. Pero no podremos hacerlo sin contextualizarlas en su época.
Varela era un hombre de su época, y su obra cobra mayor importancia aun cuando recordamos el contexto en el que logra instalar en esa sociedad de su época, algunas de las ideas que se convertirán luego en los principios rectores de nuestra educación, convirtiendo al conocimiento en instrumento para la transformación liberadora.
Recordemos que Varela nació el 19 de marzo de 1845 en la ciudad sitiada de Montevideo, el país vivía la llamada Guerra Grande. Un escenario de tensiones, problemas políticos y también culturales son los que acompañan su formación. La inestabilidad política y social, sumada a la grave crisis económica que enfrentaba al país, hacía imposible que la democracia se hiciera realidad. Era necesario un cambio profundo y ese cambio, según él, debía provenir de la educación. Varela surge entonces como un hombre con una enorme preocupación por la democracia.
Sin lugar a dudas, no resulta tarea sencilla para nosotros sumergirnos en el mundo de un país naciente que debe luchar contra tradiciones arraigadas; de una modernización incipiente, de un Varela preocupado por la democracia en medio de la dictadura militar de Lorenzo Latorre. Pero debemos recordar que es en este escenario y analizando al detalle la problemática de su país, donde escribió sus dos grandes obras pedagógicas. La primera, en 1874 y, la segunda, en 1876. Será a través de estas publicaciones "La Educación del Pueblo" y "La Legislación Escolar" -presentado como Proyecto de Ley de Educación Común en 1876- donde Varela dejará impresas sus ideas para una renovación profunda de la educación.
En 1876 entonces, presenta al gobierno su proyecto de Ley de Educación Común, cuyos fundamentos teóricos constituyeron el libro titulado “La legislación escolar”. En esta obra realizó un análisis profundo sobre las causas sociales, económicas, financieras y políticas que colocaban al país en una situación crítica y llegó a la conclusión de que era indispensable elevar el nivel de la educación popular si se deseaba superar el estado caótico y desorganizado que caracterizaba a la sociedad uruguaya.
Pero, el proyecto fue modificado sustancialmente. El 24 de agosto de 1877, el gobierno provisorio del Coronel Latorre, promulgó un decreto-ley de Educación Común, que contemplaba muy poco el proyecto elaborado por Varela. Los 111 artículos quedaron en 55, se eliminó la descentralización, la democratización, la participación popular y la laicidad. Pese a esto, cuando se aprueba este decreto-ley, Varela decide aceptar el puesto de inspector nacional de Instrucción Primaria.
Desde el cargo de Inspector Nacional de Instrucción Pública, dirigirá la enseñanza, formulará planes de estudio adecuados a la realidad del país, logrará que se dicten normas respecto a la edificación escolar, aparecerán libros de texto, materiales didácticos y los métodos de enseñanza.
Durante toda su carrera, caracterizará sus acciones, una gran defensa a la libertad y a la democracia demostrando absoluta consciencia del lugar que ocupa la educación en el cambio histórico.
“El gobierno democrático-republicano supone en el pueblo las aptitudes necesarias para gobernarse a sí mismo [...] El sufragio universal supone la conciencia universal, y la conciencia universal supone y exige la educación universal. Sin ella la república desaparece, la democracia se hace imposible”1.
Él ve la reforma como un instrumento de cambio de la sociedad uruguaya. La conciencia universal que según él exige el sufragio universal nos muestra su preocupación también por la educación de la mujer. Reivindicar al “hombre de marzo" -título del libro de Tomas de Mattos-, en el mes de las mujeres, nos obliga a dedicar una mirada a quizá un factor poco destacado en la obra vareliana: su contribución a la igualdad de géneros. La creación de escuelas mixtas y la defensa de la educación universal como principio, levantaron enormes polémicas en su época. Sabemos que queda mucho camino para lograr la efectiva igualdad de género, que debemos seguir avanzando en este sentido y debemos saber también que hay raíces que se extienden hasta Varela, quien se atrevió a elaborar en la práctica una pedagogía con rumbo hacia la igualdad con sólidos fundamentos teóricos.
Otro aspecto fundamental de su obra es que la educación popular nace en el marco de un gran apoyo del pueblo. Las Comisiones de Fomento y las organizaciones de apoyo a la escuela pública van surgiendo espontáneamente. La obra que contiene el proyecto de Ley de Educación común no fue encargada por autoridad alguna; es un trabajo impuesto espontánea y voluntariamente para servir al país.
En este Proyecto, el sistema nacional de educación está concebido en etapas. Jardines de Infantes, destinados a niños de 3 a 6 años. Enseñanza Primaria, para niños de 5 a 15 años con carácter obligatorio y Enseñanza secundaria.
Cabe resaltar que, en este sistema nacional de educación, la figura de la maestra y el maestro y su formación cobran una importancia fundamental. Además de la formación científica, el maestro debía adquirir según Varela el arte de enseñar y para ello eran necesarias las escuelas modelo, hoy llamadas escuelas de práctica. Varela fundamenta su necesidad de esta manera:
“…no es posible organizar buenas escuelas sin buenos maestros ni es posible tener buenos maestros sin escuelas normales. El maestro debe estar iniciado en la ciencia de la educación: la educación ofrece sus hechos, y ellos son tan numerosos y tan profundamente interesantes como los hechos de cualquier otra ciencia; esos hechos son susceptibles de una clasificación y un arreglo tan filosófico como los de la química y la astronomía [...]”2.
La vigencia de sus ideas es un hecho indiscutible, forman parte del patrimonio cultural de nuestro país, hablamos de la idea de la educación pública, igualitaria y gratuita; la idea de laicidad y la de libertad de cátedra; la idea de la educación como problema nacional, como problema de todas y todos. Existe una vasta historia que explica la defensa de la educación pública uruguaya y no debemos olvidar que esa historia se encuentra enmarcada en estas ideas.
Más allá de las transformaciones, la plena vigencia del pensamiento vareliano sigue siendo un tema cardinal del presente hacia el futuro a construir, porque como decía Varela: “El remedio verdadero es la escuela”.
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Bibliografía
*Marta Demarchi y Hugo Rodríguez (1999) José Pedro Varela 1845-1879, en Perspectivas: revista trimestral de educación comparada (París, UNESCO: Oficina Internacional de Educación), vol. XXIII, nos 3-4, 1993, págs. 808-821.
*Ruben Yáñez: Democracia y Laicidad, Montevideo; 1988.
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1 “La Educación del Pueblo” - Varela, Vol.49; 1964
2 “La educación del pueblo” - Varela, op. cit., Tomo 1, pág. 137