En un artículo anterior hice referencia a el libro publicado por Ignacio Munyo sobre el mundo del trabajo en el que sostiene que producto del avance tecnológico, la pandemia, y la búsqueda de rentabilidad de las empresas el empleo debe ser auto-gestionado por el trabajador mediante un proceso de revalorización de su característica específicamente humano, la cual acompañada por una regulación laboral flexible sería la única forma de mantenerse en el mercado de trabajo. Esto implica que el trabajador se conciba a sí mismo como un emprendedor de su propio trabajo buscando continuamente una actualización que le permita dar respuesta a la demandas inciertas de un mercado que se desarrolla en una situación de incertidumbre y donde valores como la empatía, el “misterio” y la creatividad serían las únicas formas de enfrentarse a la dictadura del algoritmo.
En esta oportunidad no volveré sobre esos puntos que ya fueron abordados sino sobre un aspecto que debe incorporarse en la crítica realizada y que tiene que ver con la situación en la cual ese binomio tecnología/pandemia cambió el mundo para siempre, subordinando a las trabajadores a la fría eficacia del robot. En la ocasión anterior sostenía que el robot es una creación humana por tanto es un problema político, de la misma forma que el algoritmo. Ahora se le debe agregar a esa ecuación que tanto afectó la pandemia a la humanidad y de qué forma, cuestionando si realmente afectó a todos por igual o supuso un gran negocio para algunas personas.
Según el informe publicado por OXFAM titulado “El virus de la desigualdad”, de enero de 2021 la crisis sanitaria provocada por el coronavirus aumentó aún más las brechas de desigualdad del sistema, evidenciado y profundizando desigualdades de ingreso, de clase, de género y de raza que ya estaban presentes. Esto es reconocido por la ONU, el Banco Mundial, el Fondo Monetario y supone un inmenso coste humano. Los datos expuestos en el informe no dejan duda que estamos frente a un problema sistémico y global:
“ Las mil mayores fortunas del mundo tan solo han tardado nueve meses en recuperar su nivel de riqueza previo a la pandemia, mientras que para las personas en mayor situación de pobreza del mundo esta recuperación podría prolongarse catorce veces más, a lo largo de más de una década.
• Dentro de esas mil, la fortuna acumulada por 10 de ellas desde el inicio de la crisis es más que suficiente para evitar que ninguna persona del mundo se vea sumida en la pobreza a causa del virus, así como para financiar la vacunación contra la COVID-19 de toda la población mundial.
• A nivel mundial, las mujeres están sobrerrepresentadas en los sectores económicos más afectados por la pandemia. Si la presencia de hombres y mujeres en dichos sectores fuese totalmente equitativa, 112 millones de mujeres dejarían de tener un riesgo elevado de perder sus ingresos o empleos.
• En Brasil, las personas afrodescendientes tienen un 40 % más de probabilidades de morir a causa de la COVID-19 que las personas blancas.Si su tasa de mortalidad hubiese sido la misma que la de las personas brasileñas blancas, se habrían producido 9200 muertes menos de personas afrodescendientes entre el inicio de la pandemia y junio de 2020.
En los Estados Unidos, la población latina y negra tiene más probabilidades de morir por COVID-19 que la población blanca. Si la tasa de mortalidad de estos grupos hubiese sido la misma que la de las personas blancas, aproximadamente 22.000 personas negras y latinas habrían seguido con vida en diciembre de 2020.
• El Banco Mundial ha calculado que, si los países empiezan ya a adoptar medidas para reducir la desigualdad, la pobreza volvería a los niveles previos a la crisis en tan solo tres años, en lugar de tardar más de una década”(OXFAM 2021)
Es claro que estamos frente a un problema cuya solución muy poco tiene que ver con el mantra de autoayuda del emprendedurismo, pero además tampoco ha significado pérdidas para todos sino que ha reportado enormes ganancias para algunos, en el trabajo citado se documenta que:
"En tan solo nueve meses, las mil personas más ricas del mundo, principalmente hombres milmillonarios blancos, han recuperado toda la riqueza perdida.
Los Gobiernos han dado un apoyo sin precedentes a las economías, logrando que las bolsas se disparen y engordando las fortunas de los milmillonarios, a pesar de que la economía real se enfrenta a la peor recesión del siglo. Esto contrasta con la crisis económica de 2008, cuando los milmillonarios necesitaron cinco años para recuperar su nivel de riqueza previo a la crisis.
A escala mundial, la fortuna de los milmillonarios aumentó en 3,94 billones de dólares entre el 18 de marzo y el 31 de diciembre de 2020.28 Su riqueza conjunta asciende ahora a 11,95 billones de dólares,29 lo que equivale a la suma que los Gobiernos del G20 han movilizado para responder a la pandemia.30 Los 10 milmillonarios más ricos del mundo han visto crecer su fortuna en 540.000 millones de dólares durante este período.”
En esta condiciones reales seguir con el cuento de hadas del “esfuerzo individual”, son cuando menos del mal gusto, ya que implícitamente se transforman en un canto de sirena para encubrir la realidad, justificar un sistema que va contra cualquier posicionamiento ético que defiende la importancia de la vida humana y que lo único que persiguen es mantener el actual estado de cosas culpando además a los pobres de serlo. Estos pobres además si no se reconvierten deberán asumir que van a ser descartables por la voracidad de una clase explotadora que construye algoritmos para aumentar la explotación y propaganda libros “científicos” para encubrir y justificar la misma.
En esta cruzada que justifica la explotación que los malla oro ejercen sobre el 90% de la población, los únicos para los cuales estuvo bueno cambiar son los mismo de siempre, los que se gritan que baje el costo del Estado, piden exoneraciones de impuestos, desregulaciones, con el único objetivo de incrementar sus ganancias, mientras desde abajo se resisten los virus del capitalismo, del covid-19, de la coalición de derecha y ultraderecha, se organizan ollas populares que cubren como pueden la inacción del Estado y se juntan firmas para que sea el pueblo el que decida si el programa reaccionario transformado en Ley de Urgente Consideración se mantiene.