El domingo The Financial Times de Londres, publicó que China lanzó en secreto el pasado mes de agosto un misil hipersónico capaz de transportar armamento nuclear y que logró dar una vuelta al mundo. De inmediato, un portavoz de la Cancillería china, Zhao Lijian, lo desmintió. Dijo que China lanzó en agosto una nave espacial, no un misil y que siempre está dispuesta a la cooperación tecnológica para la paz. La CNN reprodujo el desmentido de Zhao textual. El 24 de octubre un informe de Aaron Díaz sobre nota de Russia Today, revela que China probó “con éxito el cohete propulsor más potente y con mayor empuje hasta ahora contraído”. “Con 3,5 metros de diámetro, el dispositivo es capaz de producir una fuerza de empuje de 500 toneladas” (RT, 19 de octubre). “Nave espacial supersónica”, o lo que haya sido lanzado desde Beijing, según prensa londinense, por primera vez dio la vuelta al mundo en poco más de 80 minutos, a siete veces la velocidad del sonido, que es de 343 metros por segundo.

En julio de 1938, el magnate y productor de Hollywood Howard Hughes, dio la vuelta al mundo en 91 horas y 14 minutos, a bordo de su avión Lockheed. Fue la vuelta al mundo más rápida hasta esa fecha.

La distancia que recorrió, en kilómetros unos 23.814, con algunos desvíos de ruta.

Redondeando (copernicano), 24 mil kilómetros en 90 horas eran muchísimo menos en la sensación humana, que aproximadamente esos kilómetros en los 80 días que imaginó Julio Verne se podría dar en globo aerostático la vuelta al mundo.

Y aún menos que en los años que le llevó a los antecesores de Hughes dar esa vuelta en distintos medios de transporte. Es decir: Hughes achicó el mundo en su sensación, por lo menos 48 veces. Fue 48 veces más rápido de lo que su imaginación de las distancias del mundo había podido concebir hasta entonces. China lo estaría achicando de momento 467 veces. No trates de imaginarlo. Da vértigo.

Hughes achicó su mundo a una dimensión que su claustrofobia no pudo soportar. Murió completamente loco, cuidando que nadie se le acercase.

Cuando el invento militar yanqui denominado Internet, comenzó a direccionarse hacia todas las ramas de la producción, en los años ochenta del siglo pasado, Paul Virilio, urbanista francés, en su libro Velocidad y política (1986), recordó a Hughes y pronosticó que la humanidad entraría en claustrofobia colectiva una vez que todas las distancias del planeta se redujeran de pronto a un instante, literalmente el mundo al instante.

 

EL VÉRTIGO Y EL PÁNICO ATÓMICO

Virilio, en su libro Cibermundo, ¿una política suicida? (1997) vuelve a la anécdota verídica de Howard Hughes y va más allá, predice un contagio global del hikikomorismo japonés.

No es exactamente que los hikikomoris padezcan agorafobia. Es que reaccionan con un completo aislamiento social para evitar cualquier reacción exterior sin que haya ninguna pandemia ni epidemia ni cuarentena obligatoria que lo determine. Varones en su mayoría, se encierran en un cuarto de la casa de sus padres durante años. Tristes, duermen de día para pasar la noche frente a la pantalla del televisor o de la computadora. “Fantasmas tumbados, de muertos en vida, de ensimismados tristes”, les llama Vila Matas.

Tuvieron efecto en el decrecimiento inesperado de Japón, que había pasado bruscamente, de atávicas tradiciones a pionera tecnológica, para eclipsarse en su región.

Otro francés, psicólogo éste, Félix Guattari, en su libro en El devenir de la subjetividad (1992), hizo contrapunto a las predicciones de Virilio, afirmando que el disco interactivo contribuiría a democratizar la información e incidiría en una revolución molecular superadora del “laminado capitalístico de la subjetividad”.

Vale puntualizar que el debate polémico se daba entre dos viejos luchadores antifascistas.

Treinta años después de aquellos primeros abordajes teórico críticos a la cuestión cibernética, estamos a las puertas del 6G y en pleno desarrollo de la inteligencia artificial, a caballo de la locura claustrofóbica que predijo Virilio, o en la derrota del sistema capitalista integrado del mapa deseante de Guattari.

Con un agravante o ventaja: el encierro (Virilio) o la salida (Guattari) resulta doble, en las distancias físicas y en las virtuales, Internet y la nave supersónica.

Hughes murió en 1976 tras haber pasado años apenas sin contacto humano aparte del de sus asistentes. Estaba esquelético y desnutrido por el exceso de fármacos, adicto a la codeína, a la fenacetina y al diazepam, y por falta de alimentos.

Según la biografía escrita por Donald Barlett en 1979, “Howard Hughes: su vida y su locura”, tenía los dientes podridos, anemia, un tumor cerebral, una úlcera péptica y neumonía. "Insistía mucho en el aislamiento, usando pañuelos y toallas de papel que lo protegían de los gérmenes patógenos”. Necesitaba tomar distancias hasta en agonía.

Es perfectamente comprensible que entremos en pánico doble y en vértigo doble, por la falta de distancia corporal y virtual. De niño, mi madre me decía que, si hacía el pozo más profundo en la arena de la playa, con mi pala de plástico y mi valde, iba a terminar asomándome a la China, del otro lado de La Tierra, pero iba a llevarme muchos días. Yo pensaba que China estaba más cerca tierra abajo que por el cielo. El globo terráqueo así lo demostraba; es más corto el eje que la semi circunvalación del globo ¡Y ahora resulta que China está por el aire a menos de lo que demora el primer tiempo de un partido de fútbol sin descuentos, a la mitad de lo que tarda el 710 en llevarme de Montevideo a Parque del Plata! (y eso que es Yutong, made in China, pero de hace veinte años: ¡una eternidad!) Decime si no es para volverse Hughes.

Es una distopía que el notable y apocalíptico libretista de Black Mirror (y gran escritor) Charlie Brooker, heredó de Virilio.

 

“NO TAN LEJOS DE LOS ESTADOS UNIDOS”

De estar cerca a estar no tan lejos, la diferencia hoy puede ser el mundo entero. China da la vuelta al mundo en velocidad match 7, con o sin ojivas nucleares, en misil o en nave, y eso le permite a Andrés Manuel López Obrador en México, en la mañanera siguiente a la reunión cumbre con Evo Morales este martes, decir, cambiando el viejo aforismo de Porfirio Díaz, que reiteraba frecuentemente el general Lázaro Cárdenas, “¡pobrecito México, tan lejos y Dios y tan cerca de Estados Unidos!”, sustituyéndolo por: “¡bendito México, tan cerca de Dios y no tan lejos de Estados Unidos!”. El Papa Francisco lo ayudó a Andrés contra el Reino español y Biden necesita a AMLO. No tanto Andrés a Biden.

Hace un mes, cuando Joe Biden le choreó a Emanuel Macron, el negocio de la venta de 12 submarinos franceses diesel a Australia y le vendió a Australia 12 submarinos nucleares, asegurándose una base naval en Pearth, en el oeste de Australia, lo hizo midiendo distancias. No importa ya que Francia esté próxima al otro lado del charco atlántico. Pearth está a 17 mil kilómetros de Washington. Da igual. Y lo mismo da que México esté fronterizo a USA. Por eso China compró este mes el 50 % de un yacimiento de litio en Sonora, estado mexicano del norte.

También es interesante ver que el esloveno, originario de Liubliana, Slavoj Zizek, un epígono de Guattari, vio la utopía de un comunismo reinventado, con la concatenación tecnológica, vanguardia de la producción, para que no tengamos que renegar hasta del invento de la rueda.

Internet nunca dejó de ser un arma militar. Virilio, quien además incursionó en temas militares, la asoció a La administración del miedo, pero Internet también devino en redes sociales por disco interactivo, tal cual predijo Guattari, fallecido en 1993, quien muy precozmente, pronosticó la ola progresista latinoamericana para la primera década de este siglo.

Liubliana es una ciudad bastante a menudo neblinosa, de unos trescientos mil habitantes. Allí se extravió James Joyce porque la niebla ocultó un cartel a tres metros de sus ojos. Viajaba en tren hacia un nuevo trabajo en Trieste y a causa de la niebla entre el cartel y su ventanilla, se confundió de ciudad y se bajó en Liubliana, donde pasó la noche en la Estación Central esperando el tren del día siguiente, porque no tenía plata para pagarse un hotel.

Slavoj Zizek no ha sido con Joyce más hospitalario que la niebla de Liubliana, donde, poco después que Joyce allí se extraviara, nació Slavoj en 1949, Los ídolos de Zizek son Kafka, Beckett y Platonov, pero compartió con el narrador irlandés un mundo donde éste no pudo ver a tres metros la leyenda de un cartel y aquel puede abrir el Asia Times en París a dos segundos de editado en Hong Kong.

La poca visibilidad también acorta las distancias y, aunque muchos chinos son miopes, tienen en conjunto buena fama de reflexivos. La reflexión aproxima la realidad sin el frenesí del mareo que enclaustra.

“La aproximación reflexiva en modo alguno disminuye nuestro goce de lectura (de la realidad, dice Zizek), sino más bien lo contrario, la complementa con el añadido del placer intelectual, que es una de las marcas del verdadero modernismo”.

Reflexionemos: Es fácil decir que el mundo es un pañuelo y que cabe en una baldosa, pero en una baldosa o en un pañuelo no es fácil vivir. Tenía razón Virilio.

Pero también la tenía Guattari. Esta semana Putin coincidió con Nancy Pelosi. El presidente ruso dijo, en el encuentro mundial de empresarios Valdai, celebrado en Sochi, que “el capitalismo está acabado”. Lo dijo desde una posición autodefinida “conservadora racional”, en disputa con el Partido Comunista Ruso, que es la segunda fuerza política del país detrás de la de Putin (Rusia Unida). Y la presidenta de la Cámara de Diputados yanqui, del partido de Biden, dijo que “el capitalismo ha dejado de servir”.

Bueno… China lo dice hasta en la sopa de fideos wan tun.

“Líder mundial”, el único que sigue abrazado a la bandera del neoliberalismo, es Lacalle Pou, pero no hay comentarista político uruguayo que no te diga que el mundo se está derechizando. Parecen recién salidos del Lockheed.

Autor: Joselo Olascuaga

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