Fetiches y fetichismo
Según el diccionario de la Real Academia Española el fetiche es un “Ídolo u objeto de culto al que se atribuyen poderes sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos.” Desde una perspectiva basada en el concepto de alienación religiosa de Ludwig Feuerbach y en el de alienación y fetichismo de Karl Marx[1] (inspirado en gran medida en Feuerbach), un fetiche es un objeto en el cual los seres humanos proyectan cualidades y poderes que no son propios de ese objeto, al cual se le atribuyen cualidades que son específicamente humanas, pero que no son reconocidas como tales sino que se las considera, gran parte de las veces, sobrenaturales, divinas o diabólicas.
Podemos pensar que el fetichismo es algo propio de sociedades “primitivas”, de cazadores y recolectores o de la “tenebrosa” edad media, como sugiere la RAE, y lo es, pero también es propio de nuestras sociedades. La actual forma de organización social y económica no es el punto culminante del desarrollo humano, no es un reino de racionalidad que ha dejado atrás para siempre la irracionalidad, el pensamiento mágico, el fetichismo y el dogmatismo religioso; estos son fenómenos que persisten, o que reaparecen, una y otra vez, a veces de forma abierta, a veces de forma encubierta.
Marx estudió el fetichismo de la mercancía, del dinero y del capital, si bien se centró en el primero. Este supone atribuirles a las mercancías, al dinero o al capital cualidades y poderes específicamente humanos, pero que no reconocemos como tales, porque los hemos alienado de nosotros mismos y depositado en esos objetos. Así, los seres humanos, en la imagen invertida que produce la fetichización, creemos que las mercancías se relacionan socialmente entre sí, pero son los seres humanos que nos relacionamos a través de las mercancías. También suponemos que el capital es capaz de engendrar más capital por su sola fuerza, pero es el trabajo humano el que permite que parte del trabajo excedente se transforme en más capital. Pensamos que el dinero es capaz de generar por sí mismo riquezas, pero las fuentes de la riqueza son el ser humano y la tierra, que paradójicamente el sistema capitalista tiende a destruir en su carrera por obtener más dinero, aniquilando así las fuentes de toda riqueza, que son las que permiten que algunos simples signos monetarios de papel tengan o representen algún valor. El dinero dice Marx se nos presenta como la “reina de las mercancías”, pero el poder del dinero de comprar cualquier cosa, o transformar todo en su contrario, no es una propiedad objetiva del dinero en sí y por sí, esto es posible porque vivimos en una sociedad organizada en base al intercambio de mercancías, el “poder” del dinero nace de un determinado tipo de organización social, son los seres humanos, nuestras formas de relacionamiento que le dan ese poder al dinero, no es su poder una propiedad objetiva que este pueda tener al margen de un determinado tipo de sociedad. Este carácter fetichista del dinero aparece bellamente expresado a nivel literario, Marx cita a William Shakespeare, nosotros podemos citar a poetas más cercanos porque compartimos la misma lengua y porque fueron musicalizados por ese trovador genial que es Paco Ibáñez:
¿Quién hace al ciego galán
y prudente al sin consejo?
¿Quién al avariento viejo
le sirve de río Jordán?
¿Quién hace de piedras pan,
sin ser el Dios verdadero?
El dinero. (Francisco de Quevedo)
Hace mucho el dinero, mucho se le ha de amar
Al torpe hace discreto y hombre de respetar
Hace correr al cojo y al mudo le hace hablar
El que no tiene mano bien lo quiere tomar.
(Arcipreste de Hita- Lo que puede el dinero)
Madre, yo al oro me humillo,
Él es mi amante y mi amado,
Pues de puro enamorado
Anda continuo amarillo.
Que pues doblón o sencillo
Hace todo cuanto quiero,
Poderoso caballero
Es don Dinero.
(Poderosos caballero es don Dinero- Anónimo)
Fetichismo tecnológico
Pero el fetichismo no solo lo encontramos aquí, podemos decir que esta visión fetichizadora, que proyecta cualidades y poderes humanos en las cosas, es como el Dios de algunas religiones: se manifiesta de múltiples maneras, también es la contracara de otro proceso intrínseco al capitalismo: la cosificación de los seres humanos. Tal vez, esas diversas manifestaciones fetichistas no sean más que los múltiples rostros de ese Dios contemporáneo que es el capital, ese dios que la teología económica dominante señala y no con el nombre de Dios, ese Dios vergonzante de los ortodoxos defensores de las instituciones mercantiles como las únicas esencialmente naturales y eternas, a pesar de su radical historicidad. Y uno de esos fetiches es, desde hace tiempo, la tecnología; un fetiche que tiene sus idas y venidas, que parece pasar a un segundo plano temporalmente para pasar a ser nuevamente protagonista cada tanto tiempo.
Hay dos versiones de este fetiche. La primera es la amable, que nos habla de un futuro luminoso y de felicidad compartida, en un universo desigual, pero en el que todos disfrutaremos de la abundancia, a pesar de que algunos disfrutarán más que otros, porque lo “merecen”, porque eso es lo natural y lo que corresponde. Es la imagen que prometió más de una vez la progresiva liberación del trabajo, o posibilidades de acceso universal a muchos bienes que hasta ayer estaban vedados para la mayoría. Esta versión panglossiana y utópica del capitalismo nos habla también del fin de la miseria y, en sus excesos, nos puede llegar a augurar un mundo casi indoloro, tal vez en un registro más inconsciente que consciente, de desafiar a la misma muerte y prometernos la inmortalidad. Pero sus promesas se revelan una y otra vez incumplidas; la revolución industrial no produjo la mayor disponibilidad de tiempo libre para la mayoría de los seres humanos, sino jornadas de 14 o 16 horas. La reducción de la jornada laboral será conquistada por las sucesivas luchas de la clase trabajadora en la que muchos dieron su vida, entre ellos los mártires de Chicago. Pero tras la reducción de la jornada a 8 horas, poco avance significativo ha habido en ese sentido, a pesar de que la riqueza se multiplicó en términos relativos y absolutos mucho más que en el período que va desde los orígenes de la producción industrial a la conquista de la jornada de 8 horas. También fue la promesa de la llamada “edad de oro del capitalismo”, siendo Keynes uno de sus abanderados, pero con el despliegue del neoliberalismo las jornadas extenuantes, que no respetan siquiera los límites naturales de la corporalidad humana, reaparecerán con mucha fuerza aquí y allá. Gracias a la “flexibilización” y la presión por el desempleo, el tiempo disponible no solo no ha aumentado, sino que probablemente haya disminuido para gran parte de la humanidad. Solo los desempleados pueden disponer de todo el tiempo libre, pero para la absoluta mayoría de quienes están en esa situación el tiempo “disponible” se muestra como no libre, en tanto no se poseen los mínimos recursos para ejercer esa libertad en una sociedad en que casi todo se compra o se vende. Y así podemos llegar a la otra versión de este fetichismo: la diabólica, expresada en muchas películas de ciencia ficción, como Terminator o The Matrix. En ellas nos encontramos con un mundo dominado por máquinas, que han esclavizado a los seres humanos, que desean exterminarnos o reducir drásticamente nuestra población, siendo todo esto resistido solo por unos pocos, y en ese cuadro cuasi apocalíptico lo que se hace no es más que expresar no las relaciones de los seres humanos con las máquinas, sino las relaciones de unos seres humanos con otros. Y es que la tecnología no nos liberará ni producirá revoluciones, tampoco nos esclavizará y someterá a sus designios; somos los seres humanos los únicos capaces de esclavizar a otros seres humanos y de destruirlos masivamente, también los únicos que podemos liberarnos a nosotros mismos de todas las servidumbres que padecemos y construir una sociedad donde todos podamos vivir dignamente, “donde quepamos todos” dirían los zapatistas, lo que solo será posible en la medida que construyamos una sociedad sin explotados ni explotadores.
Fetichismo tecnológico educativo
Una versión de ese fetichismo tecnológico es lo que podríamos llamar el fetichismo tecnológico educativo. Este fetichismo supone que las tecnologías, particularmente las TIC (tecnologías de la información y la comunicación), casi por su sola fuerza podrán producir una transformación educativa sustancial en un sentido positivo y “revolucionario”, multiplicando las capacidades de los actuales educandos, y salvándonos en gran parte de las visiones fetichizadoras, además, del esfuerzo, del aburrimiento y la desmotivación que implicarían las obsoletas “pedagogías tradicionales”: El docente se transforma así en una figura cada vez más prescindible, en una de las tantas profesiones que se están volviendo progresivamente innecesarias, su lugar será ocupado cada vez más por “facilitadores” o “animadores” -o en eso tendrán que convertirse los docentes-, puesto que la relación principal será estudiante-máquina. Será necesario alguien que aporte elementos para facilitar esa relación, pero no alguien que transmita conocimientos porque ellos ya están todos ahí, “en la nube”. En su relación con las TIC, el estudiante irá desarrollando todo lo que necesitan los “ciudadanos” del siglo XXI. En sus versiones más extremas, y siempre existen versiones más extremas, las TIC serían algo así como la panacea universal que remediará todos los males que padece la educación y que nos permitirá por fin una educación sin esfuerzo, sin frustración, en el marco de un mundo sin dolores ni padecimientos.
Ese fetichismo no nació hoy con la pandemia, si bien ha tenido un fuerte impulso a partir de la actual situación, que ha conducido a un salto cualitativo en el uso de un conjunto de herramientas tecnológicas que hasta ayer eran desconocidas para la absoluta mayoría de nosotros, ¿cuántos conocían zoom, meet, o jitsi hasta antes de las medidas de distanciamiento social o de cuarentena?, ¿cuántos tenían instaladas alguna de estas aplicaciones o conocían sus posibles usos si por casualidad estaban instaladas en algún dispositivo informático?
En nuestro país esta variante del fetichismo tuvo un fuerte impulso con el Plan Ceibal[2]. Con su instrumentación se auguraba una revolución educativa[3] y el fin de la brecha digital[4]; en tal sentido, si bien se puede haber atenuado la brecha digital y contribuido positivamente a ciertos procesos educativos, muy lejos se está de una revolución educativa o de la igualdad prometida, cuestión que ha quedado probada en la práctica para buena parte de los educadores en la actual situación de pandemia y educación a distancia con TIC. ¿No eran objetivos compartibles el acceso a la informática y nuevas tecnologías? Sin duda lo eran, pero el problema es que se promovieron esos objetivos desde una perspectiva fuertemente fetichizadora, se realizaron, además, no en el marco de los organismos competentes y con la necesaria consulta a quienes participan de los procesos educativos, sino que se creó toda una estructura adscripta a Presidencia de la República con una impronta fuertemente tecnocrática, lo que iba contra los principios de autonomía y cogobierno.
En Plan Ceibal 10 años se sostiene:
“Plan Ceibal fue concebido desde sus orígenes como un plan de inclusión e igualdad de oportunidades con el objetivo de apoyar con tecnología las políticas educativas. Esta política pública permitió igualar las oportunidades de acceso a la información y al conocimiento de los niños de las familias menos favorecidas con las oportunidades de las más favorecidas, e impulsó procesos de transformación en la educación.”[5]
Y en 2014 decía Miguel Brechner en entrevista a Voces: “Con Ceibal cualquier niño de este país tiene las mismas posibilidades que cualquier niño de cualquier lugar del mundo.” Pensar que se puede igualar las oportunidades y el conocimiento solo por el acceso a tecnologías, sin modificar las causas estructurales más profundas que producen la desigualdad tanto entre clases como entre países desarrollados y subdesarrollados, es por lo menos una visión muy parcializada de la realidad, más cuando los estudios de Ineed demuestran una correlación fuerte entre nivel socioeconómico y posibilidades de desarrollo a nivel educativo.
¿Era aconsejable la adopción del programa OLPC (one laptop per child) o eran preferibles otros tipos de estrategia de enseñanza informática? Fue algo que no se evaluó, sino que trató de una política que se adoptó como buena desde un comienzo. También en ese tiempo era muy común hablar de “nativos digitales”, lo que también es parte de esa mitología creada alrededor de estas visiones fetichizadas. El conocimiento de algunas herramientas informáticas desde la infancia no conduce per se a un conocimiento profundo de la informática, eso solo se puede lograr con educación informática y esfuerzo como en todas las áreas. Tampoco la disponibilidad de información garantiza que se pueda seleccionar, priorizar y extraer lo mejor que está a disposición en internet, si no se dispone de una red de conceptos, conocimientos y contenidos que son imprescindibles para profundizar los procesos de aprendizaje, y esto exige un docente que no sea solamente un “facilitador”, sino un docente “tradicional y obsoleto” según estas visiones fetichizadoras, para las que parece que todo lo nuevo es bueno por el solo hecho de ser nuevo. Esto no debe ser visto como una reacción romántica contra las TIC, pero sí como un cuestionamiento a determinadas visiones que depositan en las TIC propiedades cuasi mágicas. Por el contrario, dada mi experiencia, el intercambio con otros docentes y algunos trabajadores especializados en el área informática, tiendo a pensar que sería necesaria una formación informática más sólida en la educación pública, que permita profundizar en el uso de herramientas más complejas.
Otro problema que se puede señalar en el Plan Ceibal es que la apuesta primaria que se hizo al software libre fue siendo dejada de lado, y este es un problema general y no solo de Uruguay: ¿por qué los estados no apuestan mucho más a la utilización de software libre basado en principios colaborativos? ¿por qué no se apuesta fuertemente a estas experiencias con tantas potencialidades, que en los hechos cuestionan la propiedad privada del conocimiento y de las herramientas informáticas que son también” medios de producción”, al ser entendidos como una producción colectiva que pertenece a toda la sociedad? ¿Por qué no se apostó a una política de convenios a nivel público[6] y en particular el desarrollo de convenios con Facultad de Ingeniería y la Universidad de la República[7]?
Emprendedurismo
Este fetichismo tecnológico suele ir unido a otro concepto que es el de emprendedurismo.
¿Que es el emprendedurismo? En el caso de la RAE no nos proporciona una definición, nos reenvía a “emprendimiento” y nos da dos definiciones: 1) Acción y efecto de emprender (acometer una obra) y 2) Cualidad de emprendedor. Esta persona destaca por su emprendimiento y capacidad. Por lo que emprendedor básicamente podría ser desde el que impulsa una nueva empresa capitalista, organiza un sindicato, promueve una revolución o básicamente inicia cualquier tipo de actividad. No es éste, sin embargo, el sentido que habitualmente tiene en los discursos dominantes, sino que es pensado en términos de las actuales relaciones capitalistas
“Reynolds, Camp, Bygrave, Autio y Hay (1999: 4), en el marco del proyecto Global Entrepreneurship Monitor, definen el entrepreneurship como 'cualquier intento de crear un nuevo negocio, incluyendo el autoempleo, una nueva empresa o la expansión de una empresa ya existente, proceso que puede ser puesto en marcha por una o varias personas, de forma independiente o dentro de una empresa en funcionamiento'”[8].
La unión de estos dos conceptos en un principio puede parecer contradictoria. Mientras el primero parece poner todo el acento en algo tan impersonal como la tecnología, el otro pone su acento en el otro extremo, en el sujeto individual. Pero este sujeto es también un individuo fetichizado, no se trata del individuo realmente existente, producto de una determinada sociedad y cuya posición social condiciona fuertemente sus posibilidades y límitaciones, sino de una construcción ideológica, un individuo en el que se depositan poderes extraordinarios y al que se le exige rendimientos extraordinarios. No es el individuo real con sus múltiples dependencias, fragilidades y limitaciones sino uno teórico y abstracto, que no reconoce más limitaciones que las de su propia voluntad, un sujeto ominipotente, un héroe solitario capaz de vencer todas las adversidades si así se lo propone, porque “querer es poder” en el contexto de esta ideología emprendedurista-new age. Pero esta omnipotencia suele transformarse en su contrario, en impotencia. Tarde o temprano, el destino que espera a la mayoría de los creyentes en este individuo omnipotente es chocarse con los límites estructurales que impone la sociedad de la que somos parte, pero lo que suele suceder en estas circunstancias no es una lectura crítica y racional de las promesas de esta ideología ni de las múltiples limitaciones de una sociedad que no reparte sus frutos entre todos, sino la autoculpabilización, la sensación de “haber fallado”, de ser un “perdedor”, un loser. ¿Puede sorprender tanto que un período de individualismo exacerbado en que se imponen mecanismos e ideologías que provocan nuestro aislamiento, la competencia exacerbada, la desconfianza con respecto a los otros y la fe en unas posibilidades de triunfo individual que suelen disolverse tarde o temprano como una ilusión, sea también un período de intensa depresión y del suicidio como la principal causa de muerte violenta?
En la publicidad que acompañó al desembarco de UBER, nos podíamos encontrar con esta alianza fetichismo tecnológico-emprendedurismo. Las tecnologías permitirían que una parte de los trabajadores se transformara en “trabajadores independientes propietarios de los medios de producción” según Juan Grompone, otros señalaban como una posibilidad que parecía ser valorada positivamente que “...en nuestro país la flota de autos se renovó y creció disparatadamente. Existen muchos que les cae como anillo al dedo participar en UBER, ocupar su tiempo y complementar sus ingresos”. Ante esto señalaba Aldo Scarpa: “...siguen siendo asalariados pero el capital y las enormes transnacionales, hoy como ayer, se las ingenian para explotarlos por partida doble, producen más plusvalía para el capital. El capital se apropia cada vez más del tiempo del trabajador, también parte de su “tiempo libre”; de la vida misma del trabajador. Cada vez más la vida se les desgasta y se le escurre entre las manos en “el reino de la necesidad”. Pero ahora con un desarrollo tecnológico que multiplica por muchas veces la capacidad productiva del trabajo.”[9] El desarrollo posterior de otras aplicaciones, como las de envío de comida a domicilio, y los mismos reclamos que protagonizaron algunos trabajadores de UBER al principio de la pandemia, cuando se enfrentaron a una situación en que no tenían ninguna cobertura como el seguro de paro, parecen ser argumentos suficientemente contundentes para confirmar la última visión y descartar el optimismo tecnológico y emprendedor de Grompone. No estamos ante un florecimiento de trabajadores independientes y “propietarios de medios de producción”, sino ante trabajadores dependientes, flexibilizados, sin derechos y que encima tienen que poner y financiar con su bolsillo hasta parte de las herramientas necesarias para poder trabajar.
¿No hay acaso otras posibilidades de “emprendedurismo”? Claro que las hay: cooperativas, empresas autogestionarias, participación de trabajadores y usuarios en la dirección de las empresas públicas, y otras formas organizativas que potencialmente puedan ir en la dirección de “trabajadores libremente asociados”; pero este tipo de “emprendedurismo” implica cuestionar las relaciones de explotación capitalista y también todo el individualismo new-age que suele acompañar a las prédicas de lo que podemos llamar el emprendedurismo hegemónico, que necesita reproducir formas flexibilizadas y precarias de trabajo -entre ellas las que postulan la ficción jurídica de que son empresas “unipersonales” trabajadores que de hecho son dependientes-, o en la expropiación privada por parte de las empresas capitalistas de ideas innovadoras que producen trabajadores,[10] individuos o grupos que tienen ideas pero no capital.
Fetichismo, emprendedurismo y educación a distancia con TIC
Con la situación de pandemia y la generalización de la educación en entornos virtuales, el impulso a las TIC, y más específicamente las “EdTechs”, en el marco de una discursividad fetichizadora ha tomado una inusitada fuerza. Pero esta orientación viene de mucho antes; en la columna anterior veíamos cómo el “negocio de la educación” recibía crecientes inversiones, dada su alta rentabilidad en tiempos en que al capital le resulta bastante complejo, además, encontrar actividades altamente rentables. Asimismo, veíamos cómo el gasto mundial en educación era un porcentaje de alrededor del 5% del PBI mundial, una suma que es casi el doble de la del gasto en defensa, y el capital está muy interesado en promover procesos mercantilizadores a nivel de la educación que le permitan absorber parte de ese porcentaje. Una de las vías es, precisamente, a través del desarrollo de las tecnologías de la educación.
Philippe Meirieu, pedagogo francés y docente de la Universidad de Lyon II señala en entrevista reciente:
Cada año se desarrolla en Doha un gran foro, el World International Summit of Education (Wise), financiado por la tercera esposa del emir de Qatar, al que se invita a los grandes señores del mundo digital, en particular de los Gafam (Acrónimo de Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft). De año en año, se ve cómo aumenta fuertemente la influencia de este Wise, que ya va por la novena edición y que recientemente se ha descentralizado, sobre todo en Francia, con la participación de los más importantes periódicos del país (…). La idea que ha ido avanzando poco a poco es que la clase, la escuela, sería una forma obsoleta de enseñanza que se debería sustituir por un sistema (que ya está en las entrañas de Google) en el que se realizarían test a los niños y niñas de una manera sistemática para saber cómo funcionan desde el punto de vista de su inteligencia. A partir de ahí, a cada individuo se le propondría un programa de enseñanza estrictamente personalizado que sería, evidentemente, vendido a las familias y que permitiría a los niños y niñas cursar en sus casas, en su ordenador, todas las asignaturas gracias a un servidor gigante potencialmente situado en la Islas Caimán ¡para evitar su control fiscal![11]
Para el pedagogo francés esto va contra los ideales más avanzados de la educación francesa, para quienes no solo se trata de “aprender”, sino también de “aprender juntos”. También es claro para el autor que la educación a distancia “ahonda las desigualdades”; señala en este sentido que un porcentaje de 5 u 8% de los estudiantes se ha “descolgado” con el pasaje de la educación a “distancia” debido a la pandemia, pero si a estos se les agrega los que tienen un contacto irregular llegarían a un 40% (porcentaje que no sé si no será más alto en Uruguay). Lo digital solo puede llegar a ser efectivo, según Meirieu, para los alumnos que son considerados en general “buenos” o “responsables (…) con todas las comillas posibles”, pero no para quienes necesitan más del acompañamiento, por lo que claramente la educación “a distancia” agravaría las dificultades de estos últimos estudiantes: “Por eso digo que debemos dejar de idolatrar lo digital. De hecho, esto sólo resuelve problemas para quien no tiene problemas, es decir quienes tienen ganas de aprender, son ya autónomos y tienen un entorno familiar favorable.”[12]
Señala también Meirieu que se suele olvidar que el docente es mucho más que
“(…) un distribuidor y un corrector de clases y de ejercicios, de fichas y de programas. El docente es un experto en el aprendizaje; es una persona que toma informaciones en la clase, que observa, adapta, regula, que utiliza herramientas pero que las modifica también poco a poco y que es capaz de crear ayuda mutua, interacción, cooperación, es decir capaz de suscitar lo común (…). Pero la pregunta que se plantea es saber si la escuela será capaz de crear lo común, o si se limitará a yuxtaponer alumnado delante de ordenadores. Un modelo así, que se habría infiltrado con motivo del confinamiento, ¿no va a imponerse progresivamente en detrimento del carácter colectivo, instituyente de la escuela, y de su misión fundamental, que es permitir a los niños y niñas descubrir que el bien común no es la suma de los intereses individuales?”[13]
Todas las apreciaciones que realiza Meirieu para Francia son fácilmente constatables en nuestro contexto. La preocupación del autor por lo común, por aprender juntos debería ser central también para nosotros. Sin idealizar los ámbitos educativos y más allá de todas sus limitaciones, son sin duda espacios que han permitido el encuentro, la socialización, que nos permiten ir más allá de las estructuras familiares y conocer otras perspectivas y formas de vida, un tipo de conocimiento y de experiencias que trascienden lo curricular y que difícilmente se puedan adquirir a “distancia”. Los espacios educativos fueron esenciales para el desarrollo del movimiento estudiantil[14], que ha sido -a partir del siglo XX en América Latina- uno de los principales protagonistas de nuestra historia, y si pensamos que eso “es cosa del pasado”, miremos a Chile y el gran protagonismo que han tenido los estudiantes, particularmente los de secundaria, en las movilizaciones que han sacudido al país desde el 2019.
¿Y cómo entra en todo esto el emprendedurismo? Las tendencias fragmentadoras de la educación en entornos virtuales, que tienden a disolver lo común propio de la educación presencial en una sumatoria de individuos, el papel creciente de grandes monopolios transnacionales como los GAFAM que buscan la mercantilización creciente de la educación y su transformación en fuente de valorización del capital, conducen también a la fragmentación del cuerpo docente, a su deslocalización, a formas de competencia probablemente muy duras entre ellos y a formas más “flexibilizadas” de trabajo. ¿Qué podría impedir -en tanto se generalice esta modalidad- que los GAFAM[15] u otras empresas volcadas a las EdTechs desarrollen aplicaciones tipo UBER que ofrezcan “servicios” educativos con docentes vinculados como empresas unipersonales y localizados en cualquier parte del mundo? Todo esto acompañado de un discurso fuertemente fetichizador y emprendedurista, que hablará de las virtudes del trabajo autónomo, de manejar los propios horarios o de ser “más libres”, discurso que se podría replicar -con los necesarios ajustes- a la hora de ofrecerles los servicios a los clientes-estudiantes o clientes-padres de los futuros estudiantes de una educación a distancia generalizada. Todo esto, claro está, no es un futuro inevitable. Si por un lado existen fuertes tendencias en este sentido -sobre todo por las necesidades del capital que lo empujan a buscar nuevas fuentes de ganancia, para lo que es necesario una mercantilización creciente de todas las cosas-, también nos encontramos con la resistencia y la búsqueda de alternativas por parte de los trabajadores y otros sectores subalternos, que han logrado impedir más de una vez la imposición de las políticas que tienden a privatizar la educación o subordinarla en forma creciente a los intereses del capital o, como en el caso de Chile, que ponen en cuestión un modelo impuesto hace ya varias décadas por la dictadura de Pinochet.
Si alguno tiene dudas de que la “uberización” de la educación sea una idea que esté en mente de alguien, basta con ir a la página de WISE a la que se refiere Meirieu. Ahí nos encontramos con un artículo que se alude a la “uberización de la educación”, lo que no solo no es valorado negativamente sino que se lo califica de liberador.[16] Uno ya puede tener ciertas suspicacias desde un comienzo acerca de qué quiere decir “liberador” en una página vinculada con el emirato de Qatar, no caracterizado precisamente por ser un firme partidario de la democracia, ni de la igualdad del hombre y la mujer, ni de los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, pero la asimilación de uberización con liberación indica que se está pensando en “libertad” desde la perspectiva de las clases dominantes
Esto no significa el rechazo absoluto a las nuevas tecnologías, ni siquiera al aprovechamiento de la educación en entornos virtuales para algunas situaciones. Pero el problema es que las visiones fetichizadoras le dan un lugar más que sobrevalorado a las tecnologías; lo que podrían ser herramientas útiles para utilizar en forma racional en determinadas circunstancias, lo quieren imponer como algo cuasi obligatorio y generalizado[17], lo que podría ser válido para determinadas franjas etarias y de desarrollo académico lo quieren extender a todos los ciclos educativos. Además, esto se da en un contexto donde los estados no promueven el desarrollo de un software que les de independencia respecto a los grandes monopolios transnacionales, cuyos fines no son desarrollar la mejor educación posible sino subordinar la educación a sus necesidades empresariales. Hay elementos muy sólidos que nos señalan en forma clara que la generalización de la educación a distancia nos conduciría a una mayor desigualdad educativa, a una mayor fragmentación y aislamiento individual (que ya es bastante preocupante en nuestras sociedades) y a un deterioro sustantivo de los aprendizajes.
Estas posibilidades propias de la educación a distancia con TIC se agravan, sobre todo en el contexto de una ley de urgencia que apunta en una dirección privatizadora y mercantilizadora de la enseñanza. Defender la educación pública ha sido y es una tarea permanente, hoy ante un nuevo escenario, con un gobierno que quiere aplicar en un tiempo récord su programa antipopular y de ajuste salvaje. Continuaremos en la próxima columna (o en las próximas), intentando analizar la posible expansión de la educación en entornos virtuales desde la perspectiva de los principios de la educación uruguaya como gratuidad, integralidad, laicidad, autonomía, cogobierno, etc.
[1] Marx desarrolla la teoría del fetichismo sobre todo en su obra El Capital, hay una larga discusión sobre si hay o no continuidad entre su teoría de la alienación desarrollada en su juventud, y fuertemente inspirada en Feuerbach, y la teoría del fetichismo de su madurez. Acá suponemos que si, es más, consideramos al fetichismo una forma específica de alienación.
[2] Ya en 2008 se alertaba sobre este fetichismo tecnológico que acompañaba al Plan Ceibal: “En cuanto a la inclusión social: ¿qué poderes mágicos debe tener una computadora para transformar un sistema educativo que nos ha fallado en su propósito de dar a todos igualdad de oportunidades? ¿Cuánto hay que haber fetichizado un objeto tecnológico para esperar tales resultados? ¿Cómo suponer que la máquina remediará la falla de una escuela, gratuita y obligatoria, que no pudo hacernos iguales a través del conocimiento?” Acosta y Lara, Estela, Bolón, Alma, Hipogrosso, Carlos y Peirano, Miguel. “Me lo recetó el Presidente”, Brecha, 19-9-2008. Recuperado de http://heteroismo.blogspot.com/2009/09/aporte-de-los-companeros-publicado-en.html
[3] Solari, Ana, “La Revolución Ceibal. EL sueño que cumplió 10 años. Entrevista a Miguel Brechner y Miguel Mariatti”. 2017. Recuperado de: https://www.ceibal.edu.uy/storage/app/media/documentos/extracto-Interior_La_revolucion_ceibal_Ana_Solari.pdf
[4] Este optimismo tecnológico se daba además en el marco de un optimismo neodesarrollista, para el cual la educación (tecnologizada) era fundamental, en forma sintética: para lograr el crecimiento que nos permita ser un país desarrollado necesitamos inversión extranjera directa, y también trabajo de calidad. para lo cual sería fundamental un cambio educativo en el sentido promovido por el Plan Ceibal: “Si en 2025 o 2030 querés un país de treinta mil dólares de producto per cápita (yo creo que es posible), y no resolvemos el tema de la educación y la calidad del trabajo, estamos fritos. Si hoy, en lugar del 6% de desocupación, tuviéramos un 1%, ¿cuánto más PBI tendríamos? Muy poco, porque la gente que está desocupada es mayoritariamente la que no tiene capacidades para un trabajo de calidad. Si no resolvemos el problema de la calidad del trabajo, estás frito. La inversión extranjera la necesitás y gracias a los inversores que vinieron el campo uruguayo porque en la Argentina tenían problemas, se invirtió en tecnología y parte del boom lo tenés porque mucha gente resolvió venir a plantar en Uruguay. China necesita alimentos, y nosotros somos un país de alimentos. Y a nosotros nos cuesta aceptar que por muchos años van a seguir siendo los alimentos los que nos van a empujar para adelante, mucho más que los textiles. Y eso obviamente favorece a ciertos sectores de la sociedad, a los cuales habrá que cobrarles impuestos. Pero, ¿qué alternativa hay? ¿Cuál es la mejor forma de redistribuir? Generando trabajo de calidad...Hay que mejorar la calidad del empleo y para mejorarla hay que tener gente más formada. Uruguay exporta mano de obra. ¿Cómo hacés para que un país pueda exportar más valor agregado? Tenés que tener industrias más complejas y gente más formada. En el 2030 no vamos a ser un país exportador de ropa, entonces empecemos a ver cómo cambiamos porque hay gente que está trabajando en eso y mañana pueda trabajar en la industria del software.En definitiva, la revolución pasa por la educación. Sin ninguna duda.” Y para concretar este desarrollo y “revolución” a nivel universitario sería necesario lo siguiente para Brechner: “Creo que tienen que haber múltiples universidades públicas más chicas que una universidad grande. Ahora está la UTEC. Deberían de ser universidades mucho más especializadas, más segmentadas, más ágiles. Me asusta pensar en una universidad de cien mil estudiantes. También debería haber más universidades privadas...¿Por qué no podemos formar bien? ¿Cuál es la limitante? ¿Los docentes? ¿Tiene sentido ir a tomar un teórico hoy cuando en Internet está todo? ¿Cuánto cuesta grabar a los mejores profesores para que den los teóricos y después hacer clases de consulta muy activas? Hay que buscar una manera sin tocar las fuentes de trabajo. Tenemos que apelar a la mayor educación universitaria posible. Las universidades más chicas sirven porque son más dinámicas.” Brechner Miguel, “Entrevista a Brechner. 'No hay nada mejor que la educación pública” Voces. 28-2-2014. Recuperado de https://www.uypress.net/auc.aspx?49233,6. En algún momento de la entrevista propone como modelo a los países nórdicos, en particular Finlandia, lo cual resulta bastante contradictorio con su planteo de “más universidades privadas” ya que en aquel país el 98% de los estudiantes concurren a la educación pública. No es aquí el lugar para analizar los pormenores de su concepción neodesarrollista, pero la misma hace un fuerte énfasis en el cambio educativo, el “empleo de calidad” y la inversión extranjera directa, donde el factor principal parece ser el cambio educativo. Vemos aquí como se depositan en la educación grandes expectativas y responsabilidades, la educación pasa a ser el factor principal de desarrollo, siempre y cuando se remuevan las trabas que no aceptan las innovaciones y las tecnologías. No se mencionan o son soslayados, cambios estructurales profundos como todos los que implican nuestro carácter dependencia económica y la gran concentración de la tierra que hace que las riquezas se concentren en muy pocas manos. El discurso tiene además un fuerte tono mesiánico, del Plan Ceibal con respecto a la educación en general y de la educación con respecto a las posibilidades del país.
[5] Plan Ceibal, 10 años Plan Ceibal, 2017. Recuperado de https://www.ceibal.edu.uy/storage/app/media/documentos/ceibal-10-2.pdf
[6] En 2015 ante acuerdo Ceibal-Google para el uso de las herramientas de Google apps for educatión, el Rector Roberto Markaríán planteaba la necesidad de que se "analicen alternativas nacionales para lo que se haría con Google" porque "el conocimiento que damos a los jóvenes tiene que ser un conocimiento formado por uruguayos". Markarián, Roberto, “UdelaR pide estudio de alternativas nacionales ante acuerdo con Google”, 14-7-2015. Recuperado de https://www.elpais.com.uy/informacion/udelar-pide-estudio-alternativas-nacionales-acuerdo-google.html
[7] En 2018 se produce otra desavenencia entre la Universidad de la República por un lado y Ceibal, Presidencia de la República y la Agencia Nacional de Investigación e Innovación por otro, el motivo fue una resolución de Presidencia de la República que establecía un grupo de trabajo integrado por la ANII y Ceibal para realizar acuerdos con instituciones internacionales o locales para postgrados en emprendedurismo, tecnología e innovación. Ante esto el Rector Markarián señaló en su momento: “Nosotros nos manifestamos muy preocupados porque no se nos consultara a ninguna de las instituciones de educación superior...sobre todo porque hay profesionales muy capacitadas en esta materia y era muy interesante que se preguntara a los entendidos...Insistimos porque la Constitución establece que somos los responsables de la educación superior”. “Rector Markarián molesto porque no consultaron a la Universidad de la República”, 21-5-2018. Recuperado de: https://www.republica.com.uy/rector-markarian-molesto-porque-no-consultaron-a-universidad-de-la-republica/
[8] Messina, María (Comp.). Manual didáctico de emprendedurismo. Universidad de la República- Comisión sectorial de enseñanza. Montevideo. 2018, p.16.
[9] Scarpa, Aldo, “Uber y la lucha de clases”, recuperado de https://www.quehacer.com.uy/index.php/uruguay/uruguayhoy/economia/1206-uber-y-la-lucha-de-clases-ii-aldo-scarpa
[10] En nota de El Observador sobre la “Mega experiencia Endeavor (...) bajo la consigna Alto Voltaje (...) El presidente de Ceibal, Pablo Brenner y Eduardo Mangarelli expusieron sobre la importancia de innovar y emprender siendo empleado de una empresa”. En la ocasión, Mangarelli, director de tecnología para América Latina de Microsoft hablo de la importancia de los “intraemprendedores (...) aquellos que innovan dentro de las empresas y llevan adelante emprendimientos internos, más allá de no ser los propietarios – para que las empresas 'puedan diferenciarse y seguir creciendo'. Subrayó que el intraemprendedor debe entender que lo motiva ser inquieto y estar dispuesto a asumir riesgos. 'Es importante tener ambición. Es parte de los que nos mueve a ser más'”. Malvasio, Gabriela, “Brechner: el emprendedurismo nace del alma”. El Observador. 12-06-15. Recuperado de: https://www.elobservador.com.uy/nota/brechner-el-emprendedurismo-sale-del-alma--20156121130#_=_
Por lo visto el trabajador no solo debe producir plusvalía para los dueños de la empresa, sino también ideas que le permitan a la empresa obtener más plusvalía, ideas de las que se apropiará la empresa. Un negocio verdaderamente redondo.
[11] Meirieu, Philippe en Doubre, Olivier, “Entrevista a Philippe Meirieu. ¡Dejemos de idolatrar lo digital!, 18-05-2020. Recuperado de https://rebelion.org/dejemos-de-idolatrar-lo-digital/?fbclid=IwAR1t0al9GwvILm9A5BLPFGKqiMOBMTTdkzcMxXeBY0bf345D4AvpbMp-Z3I
[12] Ibid
[13] Ibid
[14] Dice al respecto el filósofo italiano Giorgio Agamben: “Mucho más decisivo porque lo que está sucediendo es algo de lo que significativamente no se habla en absoluto, a saber, el fin del estudiantado como forma de vida. Las universidades nacieron en Europa a partir de asociaciones de estudiantes —universitates— y a éstas deben su nombre. La del estudiante era, ante todo, una forma de vida, en la que el estudio y la escucha de las lecciones eran ciertamente determinantes, pero no menos importante eran el encuentro y el intercambio asiduo con los demás scholarii, que a menudo venían de los lugares más remotos y se reunían según el lugar de origen en nationes. Esta forma de vida evolucionó de varias maneras a lo largo de los siglos, pero fue constante, desde los clerici vagantes de la Edad Media hasta los movimientos estudiantiles del siglo XX,” Agamben, Giorgio, “Réquiem para los estudiantes”, 23-05-20. Recuperado de https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=1514
[15] Y en nuestro país ya se les dio importantes espacios a algunas de las empresas componentes de las GAFAM en el marco del Plan Ceibal.
[16] Fang, Berlin. “Online teaching 2.0”. Recuperado de https://www.wise-qatar.org/online-teaching-2-0-reimagining-what-we-know/
[17] Ya Vaz Ferreira hace más de un siglo, cuando analizaba la falacia de falsa oposición, señalaba esa tendencia de los pedagogistas a transformar un método o una herramienta en algo absoluto: “La historia de los procedimientos pedagógicos, de su boga, de su desuso, de las discusiones a su respecto, no es, en la mayoría de los casos, más que una historia de este sofisma. Llegan los pedagogistas a la conclusión de que es bueno y conveniente hacer que sea el niño quien descubra lo que se le quiere enseñar; en seguida concluyen que el otro procedimiento, el natural, que consiste en enseñar propiamente el maestro al niño, es malo. Se aplica, así, un buen procedimiento, pero desterrándose completamente otro procedimiento que también era bueno. No había incompatibilidad entre los dos: eran complementarios; pero a causa de haberlos tomado por contradictorios, uno fue excluido; y si bien se ganó por un lado, se perdió por otro.” Vaz, Ferreira, Carlos. Lógica Viva. Centro Cultural de España. Montevideo. 2008, p.. 45. Recuperado de: http://www.vazferreira.org/textos/011%20CVF%20-%20L%C3%B3gica%20viva.pdf