La investigación sobre clases sociales puede tener objetivos muy diferentes. Para los estudios de mercado es muy útil conocer los niveles de ingresos y saber que se les puede vender a cada grupo. Para los militantes por la superación del capitalismo el objetivo es identificar el sujeto revolucionario, problema complejo que no será tratado aquí pero que orienta las siguientes consideraciones.

 

1. Las clases sociales

Existe consenso en considerar que las clases sociales son grupos de personas pero los criterios para diferenciarlas son polémicos. Con el criterio de los niveles de ingresos se diferencian las clases alta, media y baja; también se suele agregar una clase media alta y otra media baja. La estratificación se integra con los demás elementos de la sociedad en un sistema abierto y motiva a buscar caminos para el ascenso social (Davis y Moore, 1945). Con este enfoque no existe la posibilidad de organización de las clases, sus intereses contradictorios ni las luchas en función de los mismos.

Para Marx y Engels desde “El manifiesto comunista” lo importante es la forma como se vinculan las personas en la producción y el conflicto es resultado de intereses excluyentes, si una clase gana, otra pierde.

Marx definió las “clases” con dos criterios, personas que pueden clasificarse por estar en la misma relación respecto de los medios de producción, explotadores y explotados y un elemento subjetivo, la conciencia (Hobsbawm, 1973:12). Los grupos de personas que participan de la misma forma en la actividad económica, cuando identifican sus intereses comunes y diferentes de los de otros grupos, se constituyen como clases sociales y construyen actores sociales que transforman sus intereses en propuestas y medidas de lucha.

Como parte de la corriente que considera la inserción en la actividad económica condición necesaria pero no suficiente, Gramsci atribuyó un papel central en el poder de las clases dominantes a su "hegemonía" cultural sobre las clases sometidas, a través del control del sistema educativo, de las instituciones religiosas y de los medios de comunicación. Para la lucha de las clases sometidas es imprescindible comprender cómo puede el proletariado o una clase subalterna, volverse clase dirigente, ejercitar el poder político o convertirse en una clase hegemónica (2004).

Las sociedades latinoamericanas contemporáneas, con excepción de Cuba, son capitalistas dependientes. A principios del siglo veinte Lenin diferenció a los países imperialistas, un reducido grupo con gran acumulación de capital, de las colonias y de los países dependientes, estos segundos con gobierno propio pero condicionado, que se incorporaron al capitalismo por la exportación de capital desde los primeros (1975, pp. 53-54). Se puede definir la dependencia como una asociación entre las clases dominantes en los países exportadores de capital o imperialistas y las clases dominantes en los países de menor acumulación de capital que se convirtieron en dependientes.

A principio del siglo veintiuno el capital financiero dirige el proceso de acumulación, su magnitud se multiplicó y aumentó su concentración en fondos de inversión, de pensiones y de seguros; se diversificaron las instituciones y los mercados; la acumulación en títulos de deuda pública creó una clase de acreedores del Estado; aumentó la importancia relativa de los ingresos financieros (Chesnais, 2019). En setiembre de 2021 la deuda de los países alcanzó una magnitud sin precedentes con 296.000 billones de dólares, que significa el 353% del PIB mundial (Institute of International Finance, 2021).

Los gobiernos de los países que venden títulos de deuda pública al capital financiero, para lograr una buena evaluación de las agencias calificadoras de riesgo deben adoptar medidas que aseguren la recuperación del capital invertido y su rentabilidad. Tres agencias —Standard & Poors, Moody’s y Fitch— concentran el 90% de las calificaciones en el mundo y “todas evalúan la situación económica, social, política e internacional de las compañías o gobiernos” (Seguí & Nieto 2020, p. 87). La emisión de títulos de deuda pública, que representa el 52% del total de la liquidez mundial, es el instrumento que mostró mayor dinamismo durante los últimos años (CEPAL, 2018, p.33).

 

2. El poder de las clases sociales

En el Uruguay contemporáneo las clases sociales se identifican a partir de la dependencia que incorpora actores externos entre los que se destaca el capital financiero. Se identifican otras dos clases sociales principales, pero no únicas, la gran burguesía local y los obreros y empleados. El capital financiero se expresa a través del Fondo Monetario Internacional y de las agencias calificadoras de riesgo; la gran burguesía local por las cámaras centenarias agrupadas en la Confederación de Cámaras Empresariales; los obreros y empleados se organiza en sindicatos y negocian en los Consejos de Salarios. Otros actores con propuestas de política económica surgen de las relaciones de producción como la Comisión Nacional de Fomento Rural, de la forma de intervención del Estado en la seguridad social como ONAJPU o como movimientos sociales entre los que se destaca FUCVAM.


¿Quién manda en el Uruguay? Un camino posible para intentar una respuesta es el análisis del grado en que la política económica coincide con las reivindicaciones o genera beneficios para las clases sociales.


Los impactos de la política económica para los propietarios de capital incluyen las condiciones de existencia y de desarrollo de la actividad, el nivel de ingresos y la valoración del patrimonio. Su actividad está limitada por los monopolios públicos, las regulaciones y prohibiciones (por ejemplo sobre la intermediación financiera o el uso de la tierra); es estimulada por la protección del mercado interno y el acceso a activos facilitado por las políticas crediticias. En los ingresos inciden las políticas específicas y sus condicionantes como la inflación y los impuestos. En la valoración del patrimonio inciden regulaciones directas como la legislación sobre arrendamientos y la fijación de precios o indirectas como la política cambiaria y la tributaria, que inciden sobre la rentabilidad y ésta sobre la magnitud del capital.

El impacto de la liberalización del mercado cambiario y del movimiento internacional de capital en junio de 1975 es un ejemplo claro de estos impactos, las medidas estimularon el ascendente protagonismo del capital financiero y modificaron las relaciones de poder. Hasta principios de la década del setenta se identificaban tres actores sociales principales, los ganaderos, los industriales y los asalariados urbanos. Los primeros generaban la producción exportable y las exportaciones eran la principal fuente de moneda extranjera, imprescindible para importar las materias primas y los equipos para la industria, que generaba nuevos puestos de trabajo y aumentaba el número de obreros y empleados. Los ganaderos retenían las mercancías exportables para generar dificultades de pagos externos y de importaciones, procedimiento que forzaba una devaluación y un aumento de sus ingresos, aceleraba la inflación y deterioraba el poder de compra de los salarios así como la rentabilidad del capital industrial (Faroppa, 1965; IECON 1969).

Desde 1975, en un contexto de abundante oferta internacional de fondos, el gobierno tenía fácil acceso a la moneda extranjera utilizando el crédito bancario y la colocación de deuda pública. El tipo de cambio aumentó menos que los precios internos, las presiones de los ganaderos no tuvieron éxito ya que sus exportaciones no eran imprescindibles y el capital financiero hegemonizó la alianza de clases dominantes (Notaro, 2016).

El aumento de la importancia del capital financiero como acreedor y como consecuencia el aumento de su poder condicionando las decisiones de los gobiernos continuó durante los años siguientes. En 2004 la deuda bruta del Sector Público Global era 13.949 millones de dólares de los cuales el 49,6% en títulos; en 2019 fue 37.146 millones de dólares de los cuales 80,5% en títulos y representó un 66,3% del PIB (BCU, 2020).

Durante el siglo veintiuno no se tuvieron en cuenta las reivindicaciones de la burguesía local que exigía corregir el deterioro creciente del nivel del Tipo de Cambio Real así como modificaciones en el sistema de relaciones laborales. La hegemonía del capital financiero en la alianza de clases dominantes se expresó en las recomendaciones del FMI, las advertencias de las calificadoras de riesgo, los fundamentos pretendidamente científicos de los economistas de las consultoras locales que asesoran al capital y la insistente difusión a través del oligopolio de medios. El capital financiero manifestó su satisfacción aumentando la demanda de bonos soberanos por encima de la oferta.

 

3. La distribución social del ingreso

Los capitalistas y terratenientes tienen ingresos que resultan de la propiedad, que durante 2011-2014 fueron 16.100 millones de dólares anuales, de los cuales 13.044 de los propietarios de capital radicados en el país y 3.066 del capital extranjero (Notaro 2018). Los ingresos de los terratenientes por renta de la tierra se estimaron en 1.650 millones de dólares anuales (Oyantçabal, Oyhantçabal y Sanguinetti, 2017). Los obreros y empleados son casi un millón de personas y sus ingresos fueron 9.759 millones de dólares anuales en el período 2011 – 2014.

En 1971 el Instituto de Economía (IECON) publicó una investigación sobre la distribución del ingreso concluyendo qué “las desigualdades y diferencias en los niveles de ingreso se explican fundamentalmente a partir de la categoría socioeconómica del perceptor” y que “la incidencia de la educación, la edad y el sexo es subsidiaria” (IECON 1971, p.97).

Desde 1985 casi todas las investigaciones sobre distribución del ingreso se refieren a la distribución personal o familiar y utilizan como fuente los datos de la Encuesta continua de Hogares (ECH) del Instituto Nacional de Estadística (INE). Estos datos subestiman los ingresos del capital local ya que son tan sólo el 7.8% de los registrados por la Dirección General Impositiva (DGI) en el período 2008 – 2014, por las deficiencias de relevamiento y por los ingresos transferidos al exterior que la ECH no puede registrar. Las conclusiones sobre concentración del ingreso que se apoyan en esta información son científicamente equivocadas y políticamente conservadoras por que muestran una capacidad de pago de impuestos mucho menor a la real.

 

4. Comentario finales

Los cambios en el capitalismo así como las particularidades de América Latina, obligan a repensar el papel de las clases sociales en la construcción de los sujetos de la lucha por su superación. Marx no se imaginó que surgiría Keynes, con un desprecio por la clase obrera casi tan profundo como el terror a propagación de la revolución soviética, que descartó la literatura basura predominante desde Walras a Pareto, construyendo una propuesta radical, los gobiernos tenían que gastar para mejorar el nivel de empleo y evitar la creación de condiciones materiales pre revolucionarias.

Como señaló Lenin, se crean condiciones pre revolucionarias cuando “los de arriba no pueden y los de abajo no quieren” mantener el statu quo. Los de arriba no pueden, el imperialismo presenta signos claros de decadencia y transita hacia su desaparición. Los márgenes de acción de las clases dominantes se reducen, la depredación de los países dependientes genera migraciones incontrolables, el tráfico de drogas ilegales genera riqueza y poder político que pudren las democracias burguesas, el negocio de las armas facilita el terrorismo, los instrumentos financieros generan crisis, el medio ambiente se deteriora y los virus rediseñan la actividad económica y las prácticas sociales.

Pero los de abajo no logran transformar su sufrimiento en organización y lucha superadora. No hay otra salida que la superación del capitalismo, una revolución definida como un cambio de clases en el poder. Participemos de la compleja tarea de construir una senda que no está trazada hacia un destino que no está escrito, asumiendo los riesgos y aprendiendo de los inevitables errores.

 

 

Bibliografía citada

Banco Central del Uruguay (BCU). (2020). Deuda del Sector Público Global.

Chesnais, F. (2019).La théorie du capital de placement financier et les points du système financier mondial où se prépare la crise à venir. En Alencontre. Recuperado de

http://alencontre.org/economie/la-theorie-du-capital-de-placement-financier-et-les-points-du-systeme-financier-mondial-ou-se-prepare-la-crise-a-venir.html

Comisión Económica para América Latina (CEPAL). (2018). Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe. 2018. Santiago de Chile: CEPAL.

Davis, K. y Moore, W. (1945). Some principles of stratification. American Sociological Review, 10 (2), 242-9.

Faroppa, L. (1965). El desarrollo económico del Uruguay. Tentativa de explicación. Montevideo, CECEA.

Gramsci, A. (2004). “Textos de los Cuadernos de 1929,1930 y 1931”, “Oleada de Materialismo” y “Crisis de Autoridad”. En: Sacristán M. Antología Antonio Gramsci. Buenos Aires: Siglo XXI.

Hobsbawn, E. (1973). La conciencia de clase en la historia. En I. Mészáros (comp), Aspectos de la historia y la conciencia de clase. México: UNAM.

Institute of International Finance. (2021). Capital Flows Report: The Divergent Recovery. Washington: IIF.

Instituto de Economía (IECON) (1969) El proceso económico del Uruguay. Contribución al estudio de su evolución y perspectivas. Montevideo, UDELAR.

Instituto de Economía (IECON) (1971) La distribución del ingreso en Uruguay (Aproximación cuantitativa para el departamento de Montevideo) 2 v. Santiago, IECON.

Lenin, V. I. (1957) El imperialismo, fase superior del capitalismo (ensayo popular). Beijing: Ediciones en lenguas extranjeras.

Notaro, J. (2016). La estrategia y la política económica de la dictadura, 1973 – 1984. En Bohoslavsky, J.P. (Ed) (2016). El negocio del terrorismo de Estado. pp. 83-99. Montevideo, Penguin.

Notaro, J. (2018). “La distribución social del ingreso: el caso de Uruguay, 2008 – 2014” Cuadernos del CLAEH Vol. 37, Núm. 107 (2018). En http://claeh.edu.uy/publicaciones/index.php/cclaeh/issue/current

Oyhantçabal, G. y Sanguinetti, M. (2017) El agro en Uruguay: renta del suelo, ingreso laboral y ganancias. Problemas del Desarrollo, 189 (48), abril-junio.

Seguí-Alcaraz, A. & Nieto-Rodrigo, I. (2020). Las agencias de calificación y la deuda pública en la Comunidad Valenciana. Ensayos de Economia. 30(56). pp. 78-104. Recuperado en: https://doi.org/10.15446/ede.v30n56.78953

Autor: Jorge Notaro

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