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El oficialismo le salió al cruce por sus dichos en una entrevista. Pero supo contestar con mucha altura. El enigma de Darío León Mendiondo es cómo logra siempre mantener su calma. Por si fuera poco, su reciente libro es un inesperado milagro para los interesados en la comunicación política.

Es que se paga caro haber mostrado con claridad que los medios hegemónicos están al servicio de los poderes fácticos. Que deberíamos garantizar la diversidad de opiniones y no ser neutrales. Que la derecha es capaz de conectar con necesidades y los prejuicios de muchas personas. Que sus consignas y sus bulos (en el sentido en que usan los españoles la palabra) están 24 horas siete días a la semana en los medios donde ha prodigado recursos estatales.

Habría que agregar que cuando la derecha lo prefiere sabe escatimar sus recursos, como Antel negándole apoyo al carnaval montevideano. Es que los conservadores saben también construir “política” desde el silencio y la cancelación: ningún canal privado de la TV abierta y tampoco el estatal Canal 5, todos ellos presuntos paladines de la libertad de expresión, han denunciado hasta ahora el gravísimo ataque informático perpetrado contra los colegas del canal de YouTube Caras & Caretas y sus espacios asociados (en el momento del hackeo los responsables de programas como Legítima defensa, contaban con 40.000 suscriptores).

Pero la izquierda no tiene que ir otra vez a llorar al cuartito por “no comunicar bien”, ante un gobierno que resultó ser, casi exclusivamente, una eficaz “agencia de publicidad”.

Por eso el libro de Darío Mendiondo nada tiene que ver con una ampliación de la familiar queja de que “la izquierda no supo o no sabe comunicar”. Sus páginas son una disruptiva apuesta para plantearse de otro modo esos y otros problemas de la comunicación política de las fuerzas progresistas.

Nada de recetas pero sí algunos criterios

Mil argumentos e imágenes se mezclan en la mente de los ciudadanos a la hora de definir sus opciones políticas. El libro Cómo ganar la batalla mediática. El dilema de la izquierda (2023) de Darío Mendiondo ofrece quince sólidos criterios para que todo eso deje de girar en un abrumador caleidoscopio. Comentaremos cada una de esas quince recomendaciones a lo largo de esta nota.

La batalla mediática frente a enemigos gigantescos dentro y fuera de fronteras sólo se ganará si la izquierda apela a nuevos recursos, a nuevos conceptos además de los tradicionales, antes de salir ansiosa a comunicar.

La obra es ineludible por muchos motivos y apenas indico algunos.

El primero, la serenidad del autor para compartir con generosidad su conocimiento sobre el tema, sin tentarse por el enojo, la declamación o el panfleto –tonos que me parecerían muy comprensibles–. Esa misma calma sabia que le permitió responder con gran altura a Ahunchain, Da Silveira, Mieres, Da Silva y Sotelo, en “El frágil disfraz de la neutralidad” (Mendiondo, 2024).

Segundo, no es un libro de marketing político de “recetas”. El tipo de reglas simples que debe haber aplicado Lafluff con el presidente de la República y ahora con Álvaro Delgado: atacar siempre al enemigo (“pero el Frente…”), tapar con cortinas de humo, decir parte de la verdad y si es necesario, mentir siempre con una sonrisa ante las cámaras (las de la TV o las del parlamento).

Pongamos algunos ejemplos. No los desarrolla Mendiondo, porque su libro aspira a elevarse por sobre las discusiones cotidianas de hoy. Pero ayudarán a una mejor comprensión de sus propuestas: el caso de Antel Arena, el caso Astesiano y la presunta obligatoriedad del pasaporte al mediático narco Sebastián Marset.

Los medios suelen distorsionar u omitir detalles esenciales para comprender esos temas.

La concreción del Antel Arena fue una excelente iniciativa del Frente Amplio (Mocecchi, 2020). Los recursos “de todos” finalmente insumidos, con montos supuestamente mayores, habían sido previstos desde el comienzo en distintos escenarios del proyecto (Tolosa, 2018). La obra costó 66 millones de dólares a precios constantes de 2014 más tributos y no los casi 120 millones que fueron el cálculo de la auditoría contratada por la coalición, plagada de errores de método (Larrosa, 2021).

Finalmente,  el expediente del fiscal Alejandro Machado fue lapidario cuando hace poco fundamentó el archivo del caso Antel Arena. El lector podrá disfrutar ese informe sazonado por varios tirones de orejas para ambos lados del caso, en el link al documento completo de Fiscalía de Delitos Económicos 1er Turno (2024) que hemos incluido más abajo, en las referencias (ver también el pormenorizado análisis del expediente en Grille, 2024).

En suma, el fiscal parece decir a los denunciantes: muchachos, usen fuentes más serias que Wikipedia para montar denuncias penales, y dejen de repetir que costó más de lo previsto porque los 40 millones de dólares ustedes ya sabían que correspondían estrictamente a la obra civil, no al resto de los escenarios planificados. El total del Antel Arena ascendió a 66 millones de dólares más los tributos legales correspondientes, previstos en el plan de negocios inicial y próximos a la estimación del Tribunal de Cuentas. Pero jamás los casi 120 millones de dólares repetidos hasta el hartazgo por la parte denunciante, en base a una auditoría infectada por múltiples errores contables.

En cuanto al caso Astesiano, el delincuente pasó de ser una persona tan confiable como para cuidar a la familia presidencial, a un mero “guardaespaldas” que simulaba mayor influencia de la que tenía. Sin embargo, la revista Caras & Caretas había documentado su historial delictivo muchísimo tiempo antes de que nuevos oscuros capítulos de su prontuario salieran a la luz. Por su parte, Rafael Paternain lo resumió bien de este modo:

“Corrupción, tráfico de influencias, espionaje político y redes de complicidad que involucran a las fuerzas de seguridad, a la cancillería y a empresarios de distinto porte aparecen como asuntos de extrema gravedad” (Paternain, 2022).

El pasaporte a Sebastián Marset no había que entregarlo, según el decreto del 2014. Había artículos de esa misma norma que lo impedían. Además, si hubiese sido algo lícito mandárselo y además con esa llamativa rapidez, ¿por qué el gobierno se preocupó tanto de esconderlo como niños que ocultan sus manitos en la espalda?

¿Lo recuerda el lector? Lafluff rompiendo fojas de un expediente público, un ministro de RREE pidiéndole a Carolina Ache que perdiese el celular. Fueron renunciados varios jerarcas por ello. Pero el presidente de la República miente, diciendo que todos obraron sin cometer irregularidades. Si así hubiese ocurrido, ¿por qué se fueron un ministro de RREE, un ministro del Interior, varios jerarcas más y algún connotado asesor presidencial?

¿El compañero lector vio algo de eso explicado en la TV? ¿Logró informarse sobre eso en los programas matutinos, vespertinos y nocturnos que invitan a uno de izquierda mientras ocho le pegan o le hablan arriba?

Recordemos, eso sí, que El dilema de la izquierda  no encadena sus reflexiones a  sucesos próximos en el tiempo (fue mi propia iniciativa traerlos a colación). Nuestro autor reflexiona en un plano más general, con referencias a cuestiones habitualmente dejadas de lado. Aspira a orientarnos en el mediano y largo plazo, no a dispersarnos siguiendo el hilo de tal o cual escándalo reciente.

Por ejemplo, prefiere atender la experiencia de comunicación exitosa de otras izquierdas (por ejemplo, la de Andrés Manuel López Obrador en México, p. 99) o los aspectos de infraestructura de la comunicación actual y sus intereses geopolíticos (p. 57 y siguientes). Para ampliar la información ver Afinogenova (2024) y La Base (2024).

La apuesta de Mendiondo es mucho más profunda y reflexiva.

Un baile de quince

En vez de fáciles recetas políticas, Mendiondo habla de teóricos del marxismo como Rosa Luxemburgo y Gramsci (p. 129). Sus páginas poseen toda la densidad teórica que es posible, sin olvidar su destino de democratización y divulgación rigurosa.

Pero además, Mendiondo  habla de Edward Snowden y Julian Assange (p. 127), grandes reveladores de los crímenes de países poderosos. Uno, el ex agente de inteligencia, se dio a la fuga y estaría en Rusia. El otro, el creador de Wikileaks, sigue preso en el Reino Unido. Sus nombres son omitidos sistemáticamente por muchos periodistas, por ignorancia o por estrategia de cancelación (a veces ejercida por los mismos que ponen los ojos en blanco cuando le rezan a la libertad de expresión).

Insisto aquí en la serenidad del tono y al desarrollo minucioso que rehúye las recetas fáciles. Ocurre que El dilema de la izquierda  amplía muy didácticamente el horizonte del análisis a otros países y culturas, para comprender mejor lo que ocurre en el Uruguay.

A cuenta de futuras ampliaciones sobre un libro que deberíamos tener siempre a mano en la mesa de trabajo, comentaré las quince propuestas de Cómo ganar la batalla mediática. El dilema de la izquierda.

Cada una de sus quince pautas insume un capítulo entero, con sus respectivos desarrollos. Por motivos expresivos retiraré dentro de lo posible las comillas y sintetizaré a mi manera. Me limitaré a pasar titulares, invitando al lector a aprovechar por sí mismo cada página de esta sustanciosa obra. Por añadidura, a partir de la página 131, el autor resume didácticamente las quince pautas, agrega un glosario (págs. 151-152) y una bibliografía final (págs. 153-155).

Según Darío Mendiondo, es imprescindible construir un relato basado en la esperanza (p. 20). El Estado debe mantener un rol proactivo en los medios públicos (p. 26). Un gobierno de izquierda debe ser cuidadoso de los vínculos con su base social y su comunicación con ella (p. 26). Los sindicatos son actores fundamentales en la comunicación democrática (p. 40). Es menester conocer mejor los procesos de integración regional (y sus dificultades) y el entorno geográfico inmediato (p. 47).

Acá van otras cinco recomendaciones. La agenda de la comunicación de un gobierno de izquierda no puede depender exclusivamente del “libre” juego de los medios masivos (p. 49). En ese capítulo es imperdible el panorama de rápidos trazos que dibuja sobre la ofensiva mediática contra los gobiernos progresistas en Brasil, Ecuador, Argentina, Venezuela, Bolivia, Honduras, Paraguay y nuestro propio país.

Otro de los capítulos medulares del libro es “La dimensión geopolítica y la soberanía tecnológica” (p. 57). Si el lector anda apurado y es ansioso, vaya directo ahí. Es una lección magistral que en varios pantallazos desnuda que el poder real no está en la nube, sino en el entramado de fibra óptica por vía terrestre y marítima. El capítulo concluye que parte de la estrategia mediática de la izquierda debe apostar a “construir una infraestructura propia que garantice la libre circulación  de la información  que queremos difundir, preservando la privacidad de los datos” (p. 68).En relación con ello, es preciso “incorporar en la agenda una discusión real de la gobernanza de Internet para Latinoamérica” (p. 71). En “Nuevos paradigmas comunicacionales” los consejos de Mendiondo son oro puro. Básicamente, estamos ante una “batalla de percepciones”:

“Reconocer las redes sociales como complementarias en el proceso de comunicación (...) No deben ser sustitutivas de la movilización ni del debate público en el plano personal (...) Tienen que gestionarse para mantener los ecosistemas digitales habituales, detectando bots, trolls y haters, y procediendo a su expulsión, bloqueo o denuncia” (p. 75-76).

El autor remata ese capítulo diciendo: “la correlación también se construye disputando sentidos, ocupando todos los canales posibles” (p. 76).

Y en la décima recomendación de este libro de obligada lectura (si uno desea orientarse en medio de un mar de estímulos contradictorios), se analiza “La falta de una perspectiva estratégica en materia de comunicación”:

“Diseñar y aplicar una ley de medios audiovisuales, que coloque al Estado como un actor fundamental en la regulación de los contenidos que se difunden a través de los medios masivos de comunicación es un factor crítico (...) El vacío cultural se reproduce exponencialmente cuando se producen contenidos que lejos de impulsar la cultura y acercar el conocimiento a las personas, promueven la frivolidad y la mediocridad” (p. 78).

Por eso, según el autor,  es imperioso complementar, regulando sin prohibir,  “los contenidos audiovisuales que se ofrecen a la población, con una visión totalizadora, estimulando los proyectos comunitarios y alternativos” (p. 79).

Habría que armar un curso

Vale la pena compartir cinco pautas más, tomadas de los últimos capítulos. En “La dimensión ideológica y la soberanía informativa”, nuestro autor comenta:

“Todos vimos la banderita de Ucrania acompañando las transmisiones deportivas de ESPN al lado del cuadro en el que se muestra el resultado del evento deportivo que se transmite. Pero no hemos visto la bandera de Palestina, o la de República Saharaui, o la de Yemen. No vimos (ni veremos)  la bandera de Cuba reclamando el cese del infame bloqueo impuesto por Estados Unidos, que se ha prolongado por seis décadas asfixiando al pueblo cubano” (p. 83).

De nuevo, para el lector con poco tiempo –o apresurado que no es lo mismo–, podrá ir directo a las esclarecedoras páginas que van desde la 86 a la 90. Porque allí encontrará una vacuna contra los comunicadores ingenuos que desatienden la trenza de intereses económicos, políticos y culturales a cuyo panorama invita a conocer Mendiondo.

Con rápidos trazos y algunos detalles llamativos, el autor describe algunas de las más importantes compañías del mundo: Disney Company (ABC, ESPN, Fox Channel, Fox Sports, National Geographic, History Channel); Warner Bros Discovery (CNN, HBO, Cartoon Network, TNT, Space, Cinemax); ParamountInternational Networks (CBS, MTV, Paramount Pictures, Chilevisión, Telefé de Argentina) y Comcast (Universal Pictures, cadenas de noticias NBC y Telemundo).

El capítulo culmina con la undécima recomendación:

“Utilizar la inversión publicitaria del Estado como una herramienta al servicio del desarrollo social y cultural” (p. 89). Esa pauta se complementa con la pauta número 12: “El Estado debe estimular y ejecutar proyectos de comunicación audiovisual que sean de interés nacional y regional. Porque si generamos marcos regulatorios y luego ello queda librado a las leyes del mercado exclusivamente, los efectos prácticos serán muy débiles o inexistentes” (p. 92).

Hay un tránsito permanente en El dilema de la izquierda entre algunas pautas pragmáticas, o muy concretas de política de comunicaciones de un futuro gobierno progresista, a recordatorios éticos muy firmes que invitan “Al rescate de los valores y principios de la izquierda” (p. 93). Tal es el caso de la pauta final del capítulo que lleva ese título:

“Una sociedad que se proponga alcanzar la justicia social necesita avanzar en el proceso de democratización de la comunicación y la información, abarcando todos los segmentos poblacionales, niveles etáreos y características culturales, étnico-raciales, religiosas y lingüísticas, incluyendo a todas aquellas personas que no estén en una posición dominante ya sea por orientación sexual, capacidades diferentes o con probabilidad de ser marginalizadas y discriminadas”.

De ahí surge la pauta número trece:

“La alfabetización tecnológica no puede agotarse en la reducción de la brecha digital exclusivamente” (p. 95).

El capítulo titulado “¿A quién nos dirigimos? ¿Al pueblo, a nuestros adversarios, a los medios?”(p. 97) reviste especial interés porque pone el foco en las conferencias “mañaneras” de una figura gigantesca de América Latina como es el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), a quien le quedan pocos meses de gobierno, luego de un sexenio pleno de realizaciones (López Obrador, 2024). La izquierda del Uruguay no le ha destinado aún la atención que merece.

La recomendación que surge de ese tramo del libro es la número catorce:

“Una comunicación asertiva debe considerar un manejo eficaz del lenguaje verbal y gestual inserto en una estrategia de comunicación, con objetivos concretos, apoyo de la tecnología y definiendo los interlocutores válidos para cada ocasión, considerando que nuestra discusión con la derecha no es para convencer a la derecha, sino para resultar convincentes a quienes nos escuchan, nos leen o nos miran, y aún no hemos logrado su adhesión” (p. 104).

Excede los propósitos de este artículo analizar el formidable capítulo dedicado a la última de las pautas, la número quince. Las citas de Guy Debord, Nicolás Casullo y Ricardo Forster, son manejadas con la acostumbrada inteligencia didáctica de Mendiondo. El capítulo es una especie de clase de comunicación ofrecida por un docente nato. He aquí la pauta que finaliza un total de quince muy fundadas recomendaciones:

“La disputa es por el control social, uno con participación ciudadana y otro con subordinación masiva. En la resolución de ese dilema, no hay neutralidad posible” (p. 113).

Finalicemos con algunos comentarios sobre este libro ineludible, previniendo al lector.

Primero, El dilema de la izquierda no incurre en la falsa oposición de los modos tradicionales de comunicación política y los nuevos. Por supuesto que hay que pintar muros, repartir volantes en las ferias, organizar actos públicos en todo el territorio nacional, dar charlas en los comités de base, redactar comunicados, etcétera. Entre otras cosas, porque no es un hecho menor favorecer la pertenencia y la identidad de izquierda durante esas actividades. En realidad, las quince pautas que ofrece el libro son complementarias de las prácticas tradicionales pero podrían llevar a otro nivel el conflicto cultural por las percepciones.

Segundo, el gobierno de coalición usó los dineros de todos, como les gusta decir a los conservadores,  para garantizar el blindaje mediático (ver las cifras en Caras & Caretas, 2023). Y no es fácil la comunicación política de las fuerzas progresistas carentes de esos millonarios recursos. Las páginas de este libro permanecen muy atentas a ese tipo de datos básicos.

Tercero, El dilema de la izquierda podría ser un texto de referencia obligatoria en futuros cursos de comunicación política. Alguno lo debería dictar el propio Darío Mendiondo con el apoyo de compañeras y compañeros, formados y bien dispuestos. Yo sugiero agregar algunos pocos títulos más y redactar un primer programa tentativo. La bibliografía podría incluir, entre otros títulos,  Garriga (2022), Kaiser (2019), Snowden (2019). Como herramienta pedagógica, el curso podría apelar a series, cortometrajes, al cine de ficción y al documental, para entender tragedias como las de Julian Assange.

Cuarto y último. El alcalde de Nueva York, Eric Adams, demandó a  las principales redes sociales (TikTok, Instagram, Facebook, Snapchat y YouTube) porque “muchas redes sociales ponen en peligro la salud mental de los niños, promueven adicciones y animan a comportamientos insanos” (Página 12, 2024). El Uruguay no está en condiciones de atreverse a tanto.

Pero, pensando en todos los ciudadanos y en el discurso hegemónico de los medios (funcionales siempre, de un modo u otro, a la coalición), después de la lectura de El dilema de la izquierda quizás haya que preguntarse: ¿por qué durante todos los años de su administración ningún periodista incisivo pudo entrevistar al presidente de la República?

 


REFERENCIAS

Afinogenova, Inna (2024). Entrevista completa con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. https://www.youtube.com/watch?v=NFXnnFYRq9g

Caras & Caretas (2023). “Es insólito. Canales de TV reciben millonarios beneficios por la pandemia". En Caras & Caretas, 5/08/2023. https://www.carasycaretas.com.uy/politica/canales-tv-reciben-millonarios-beneficios-por-la-pandemia-n65217

Garriga, Gastón (2022). Tecnopolítica y tercera posición: cómo construir mayorías y poder popular en América Latina. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Ediciones Continente.

Grille, Leandro (2024). En Legítima Defensa Segunda dosis. 25/02/2024. https://youtu.be/LLJNP2JQ3t4?si=gqkHyOJBU5yIANyq

Fiscalía de Delitos Económicos 1er Turno (2024). Archivo Antel Arena. https://www.scribd.com/document/707742126/Archivo-ANTEL-ARENA-Fiscalia-Delitos-Economicos-1-turno#from_embed

Kaiser, Brittany (2019). La dictadura de los datos. La verdadera historia desde dentro de Cambridge Analytica y de cómo el Big Data, Trump y Facebook rompieron la democracia y cómo puede volver a pasar. Madrid: HarperCollins Ibérica.

La Base (2024). “AMLO: balance de un sexenio”. El 21/02/24, Pablo Iglesias, Sara Serrano, Manu Levin e Inna Afinogenova analizaron el sexenio de López Obrador como presidente de México y desvelan la intrahistoria de la entrevista que concedió el presidente mexicano a Inna Afinogenova en exclusiva para Canal Red. https://www.youtube.com/watch?v=zOfRPz3GC8A

La Diaria (2024). “Los argumentos del fiscal que pidió el archivo de la causa del Antel Arena”. 23/02/2024. https://ladiaria.com.uy/justicia/articulo/2024/2/los-argumentos-del-fiscal-que-pidio-el-archivo-de-la-causa-del-antel-arena/

Montevideo Portal (2024). “Cual alumno de liceo. Uso de Wikipedia y sin rigurosidad: fiscal que archivó caso Antel Arena criticó auditoría”. 22/02/2024. https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Uso-de-Wikipedia-y-sin-rigurosidad-fiscal-que-archivo-caso-Antel-Arena-critico-auditoria-uc880501

Mendiondo, Darío L. (2023). El dilema de la izquierda. Cómo ganar la batalla mediática. Uruguay: Letrame Editorial.

Mendiondo, Darío L. (2024). “El frágil disfraz de la neutralidad”. En Caras & Caretas, 12/01/2024. https://www.carasycaretas.com.uy/politica/el-fragil-disfraz-la-neutralidad-n70009

Mocecchi, Guillermo (2020). “Antel Arena: innovación, conservadores y progresistas”. En La Diaria, 11/06/2020.  https://ladiaria.com.uy/opinion/articulo/2020/6/antel-arena-innovacion-conservadores-y-progresistas/

Larrosa, Daniel (2021). “Director de Antel del FA dijo que hubo errores garrafales en la auditoría externa”. En La Diaria, 3/12/2021. https://ladiaria.com.uy/politica/articulo/2021/12/director-de-antel-del-fa-dijo-que-hubo-errores-garrafales-en-la-auditoria-externa-del-antel-arena-y-que-la-obra-costo-65-millones-de-dolares/

Página 12 (2024). “TikTok, Instagram, Facebook, Snapchat y YouTube. Nueva York demandó a cinco empresas de redes sociales por promover una crisis en la salud mental de los jóvenes”.16/02/2024. https://www.pagina12.com.ar/712985-nueva-york-demando-a-cinco-empresas-de-redes-sociales-por-pr

Paternain, Rafael (2022). “Los cómplices de Astesiano”. En Brecha, 8/12/2022. https://brecha.com.uy/los-complices-de-astesiano/

Snowden, Edward (2019). Vigilancia permanente. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Planeta.

Tolosa, Andrés (2018). “El Antel Arena es un negocio”, entrevista de Daniel Erosa con el entonces presidente de Antel Andrés Tolosa. En Brecha, 21/09/2018.

 

 

Autor: Agustin Courtoisie

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